Un único patio trasero

Primer taller nacional sobre conservación de grandes paisajes
Tony Hiss, February 1, 2015

El Instituto Lincoln de Políticas de Suelo se ha asociado con un equipo de organizaciones sin fines de lucro y agencias federales para patrocinar el Taller Nacional de Conservación de Grandes Paisajes (NWLLC, por su sigla en inglés) el 23 y 24 de octubre de 2014 en el Edificio Ronald Reagan de Washington, DC. La reunión contó con la presencia de aproximadamente 700 participantes, quienes consideraron cómo, trabajando a través de los sectores públicos, privados, cívicos (ONG) y académicos; a través de disciplinas; y a través de parcelas, pueblos, condados, estados e incluso límites internacionales, los practicantes de la conservación de grandes paisajes podrían alcanzar resultados concebidos creativamente, estratégicamente significativos, mensurablemente efectivos, transferibles y duraderos en el suelo, en esta era de cambio climático.

Las políticas, prácticas y estudios de casos discutidos en el NWLLC ofrecieron un amplio espectro de soluciones y trayectorias promete-doras para mejorar los esfuerzos de conservación de la vida silvestre a nivel regional; aumentar sustancialmente la calidad y cantidad del agua a través de grandes cuencas; alcanzar una producción sostenible de alimentos, fibra y energía; y proteger los recursos culturales y recreativos significativos a nivel internacional. Los organizadores de la conferencia apreciaron enormemente las contribuciones productivas de todos los participantes, desde la Secretaria del Interior Sally Jewell, el líder iroqués Sid Jamieson y el Presidente de la Federación Nacional de Vida Silvestre Collin O’Mara, hasta los gestores del suelo sobre el terreno, científicos y coordinadores de proyectos desde el Estrecho de Bering en Alaska hasta los Cayos de Florida.

Una versión de este artículo apareció originalmente en Expanding Horizons: Highlights from the National Workshop on Large Landscape Conservation (Expansión de horizontes: Aspectos destacados del Taller Nacional sobre Conservación de Grandes Paisajes), el informe completo del NWLLC. Este informe, preparado por el Instituto Lincoln y tres socios de la conferencia –el Instituto de Administración del Servicio de Parques Nacionales, la Fundación Quebec-Labrador/Centro Atlántico para el Medio Ambiente y la Red de Practicantes de la Conservación de Grandes Paisajes–se puede leer en el sitio web de la Red de Practicantes, www.largelandscapenetwork.org.

—James N. Levitt
Lincoln Institute of Land Policy and the Harvard Forest, Harvard University

En el primer Taller Nacional sobre Conservación de Grandes Paisajes cayeron en cascada grandes ideas sobre la naturaleza y la gente, y una nueva metodología de conservación. Pasaron tantas cosas y con tanta rapidez, que las frases usuales que se usan para describir sucesos alentadores y vivificantes no tienen siquiera cabida.

¿Un parteaguas? Más bien fue como bajar en balsa por las Cataratas del Niágara o a lo largo de una inundación en la Edad de Hielo.

¿Una mayoría de edad? Quizá, si se piensa en el crecimiento vertiginoso de un pino de hoja larga: el árbol puede pasar años sin que parezca más que una mata de pasto, aunque de manera invisible haya estado enterrando su raíz principal en la profundidad; después, en una sola temporada, asciende cuatro pies hacia el cielo, quedando fuera del alcance de los incendios forestales rastreros.

¿Variedad de opiniones? El rey medieval de España Alfonso X el Sabio es recordado por haber dicho que si hubiera estado presente en la Creación, habría dado algunas indicaciones útiles. Pero en el Taller de Grandes Paisajes, cuya inscripción excedió el cupo de vacantes, se tuvieron que comprimir 117 horas de experiencia, asesoramiento y datos en siete series de sesiones simultáneas que ocuparon la mayoría de las 17 horas de la conferencia. Hubo pláticas y paneles bien pensados, e informes y presentaciones cuidadosamente preparadas por 269 presentadores de cascos urbanos, remotas cumbres rocosas, islas lejanas, y paisajes de todo tipo a lo largo de los Estados Unidos, con conexiones con Canadá y México.

¿Impulso ininterrumpido? Ben Franklin dijo el último día de la Convención Constitucional de los EE.UU., realizada en 1787 en Filadelfia, que después de haber pasado tres meses escuchando el debate de ida y vuelta, y observando diariamente el resplandor dorado del respaldo de la silla del presidente, finalmente tuvo la alegría de saber que estaba presenciando la alborada, no el crepúsculo. Pero la Secretaria del Interior Sally Jewell, uno de los dos miembros del gabinete que habló a la audiencia del NWLLC y aplaudió sus esfuerzos, dijo en una sesión plenaria a la hora del almuerzo el primer día: “Esta sala está reventada de visión. Ustedes serán los pioneros de la comprensión a nivel de paisaje, como Teddy Roosevelt fue el pionero de la conservación hace ya un siglo. ¡Hagámoslo realidad!”

Conservación a nivel de paisaje: El término es todavía reciente, y se refiere a una nueva manera de comprender el mundo, de evaluar y nutrir su salud. Supera la práctica loable pero limitada del siglo XX de designar zonas de reserva y limpiar la contaminación. Con una lente gran angular y a la distancia, observa cada paisaje, ya sea designado o no, como una red intrincadamente conectada de seres vivos, sostenida por una amplia comunidad de gente. La conservación a nivel de paisaje ha estado inyectando nueva energía y ampliando el movimiento medioambiental. Y a medida que se adopte su perspectiva, lo primero que crece no es necesariamente el tamaño de la propiedad a proteger, sino la posibilidad de tomar medidas, algunas grandes y otras pequeñas, que marcarán una diferencia perdurable en el futuro de la biósfera y sus habitantes, incluida la humanidad.

Muchos de estos proyectos inaugurales fueron mostrados en las presentaciones del taller y en los 34 posters que adornaron el vasto atrio del Edificio Reagan. A veces el taller daba la impresión de ser un enorme bazar en el que se presentaban programas, conceptos, resultados de investigación, exploraciones, acuerdos cooperativos y otros éxitos preliminares, como también preguntas sobre las que reflexionar. Joyas inesperadas, esfuerzos hasta ahora sólo conocidos por pequeños grupos, resplandecían en los rincones para que todos los pudieran ver libremente.

Yellowstone to Yukón, conocido como “Y2Y’, es quizá el abuelo de los proyectos de grandes paisajes generados por la ciudadanía: una idea para crear un corredor conectado, binacional, de suelo silvestre de 3.200 kilómetros de largo, desde el Parque Nacional Yellowstone hasta la frontera con Alaska, a lo largo del último ecosistema montañoso intacto del mundo. En el NWLLC, Y2Y estaba llegando literalmente a la mayoría de edad, ya que celebraba su vigesimoprimer cumpleaños. En 1993, sólo el 12 por ciento de este territorio de 130 millones de hectáreas había sido conservado, pero para 2013 el total ascendía al 52 por ciento.

Las Áreas de Patrimonio Nacional, que rinden homenaje a la historia y los logros de este país, están aún más establecidas: el programa abarca decenas de millones de hectáreas, entre ellas el estado completo de Tennessee. Y ha cumplido 30 años recientemente.

Y2Y ha inspirado los planes de ‘H2H’, un corredor de suelo de 80 kilómetros de longitud identificado como “paisaje resiliente”, apenas alejado de los alrededores de los suburbios del norte de la Ciudad de Nueva York, que se extiende desde el Río Housatonic en Connecticut hasta el Río Hudson en Nueva York. Una vez protegido, podría reducir drásticamente los efectos del cambio climático.

La Staying Connected Initiative (Iniciativa Permanecer Conectados), una coalición de canadienses y estadounidenses que colaboran a través de 32 millones de hectáreas de bosques y suelos forestales en cuatro provincias y cuatro estados anclados en el norte de Nueva Inglaterra (un paisaje del tamaño de Alemania), se llama a sí misma “el primo más pequeño de Y2Y al que dentro de 15 años se le llamará su equivalente del noreste”.

Poco después de haber comenzado el taller, una agencia de alcantarillado de un condado de Oregón comenzó a agregar árboles y arbustos en las orillas sinuosas del Río Tualatin, de 130 km de longitud, al oeste de Portland, para mantener frescos a los peces del río. Para el 5 de junio de 2015, Día Mundial del Medio Ambiente, habrá plantado un millón de unidades.

El efecto, según me comentaron los participantes durante los descansos (hubo algunos) fue a la vez estimulante y aleccionador. La conservación a nivel de paisaje es alimentada por la esperanza, en vez de ser acelerada por el miedo. Es un grupo que se une ante las graves amenazas medioambientales de extinción y degradación. Al expandir nuestros horizontes, el foco se desplaza de operaciones de rescate a una increíble cantidad de cosas que se pueden y deben llevar a cabo para restaurar, reponer, salvaguardar, proteger y celebrar la integridad a largo plazo del sorprendente patrimonio natural y cultural de este continente gigante.

Cuando nuestros antecesores humanos se irguieron por primera vez hace millones de años, y observaron más allá de los pastos altos de la sabana de África Oriental, su mundo pasó instantáneamente de abarcar entre 5 y 10 metros de ancho a algo así como 5 a 10 kilómetros. Esto redefinió lo que era práctico, necesario y posible pensar. Similarmente, la expansión o aceleración de nuestra propia conciencia de conservación a nivel de paisaje es una manera útil de confrontar las complejidades que proliferan en el mundo moderno de los Estados Unidos, un país de 320 millones de habitantes que dentro de medio siglo tendrá 400 millones.

Es un país donde, según los conocimientos científicos adquiridos en el último medio siglo, los métodos de conservación existentes no bastan para proteger estos lugares de manera adecuada, en parte porque las plantas y los animales atraviesan los límites delineados en el mapa y porque, a medida que estos lugares se van aislando cada vez más, los habitantes anteriores no pueden volver, ya sea para residir en forma ocasional o permanente. Incluso los chorlitos de alto vuelo de Alaska, que pasan el invierno en México o China o Nueva Zelanda, encuentran obstáculos en sus viajes debido a los derrames de petróleo en la Bahía de San Francisco y los manglares invasivos de Nueva Zelanda. Tom Tidwell, jefe del Servicio Forestal de los Estados Unidos, llama a los pájaros, murciélagos y mariposas los “mensajeros alados” de la conservación a nivel de paisaje. En años recientes también hemos visto que, si bien los mapas y designaciones de suelo se mantienen estáticas, los lugares pueden estar transformándose por completo, a medida que el cambio climático desplaza un ecosistema y atrae otro.

Quizás la cartografía propiamente dicha esté ingresando en una fase no euclidiana o posjeffersoniana. Durante casi 230 años, desde 1785, cuando Thomas Jefferson, aun antes de la Convención Constituyente, sugirió que la geometría debería primar sobre la topografía para relevar lo que en ese entonces se llamaban los “suelos vacantes” al oeste de los Apalaches, hemos heredado la “cuadrícula jeffersoniana”, visión ineludible desde las ventanillas de cualquier vuelo transcontinental por la forma en que están delineados los caminos y los campos. Esta cuadrícula usó las líneas, en este caso invisibles (y sólo recientemente calculadas), de longitud y latitud que dividían el paisaje en “secciones” de kilómetros cuadrados para delimitar las propiedades que ignoraban los ecosistemas, las cuencas y hasta las cadenas montañosas. Creó una realidad de ángulos rectos para los colonos que se desplazaban hacia el oeste a fundar pueblos, sin que les importara lo que estaban heredando: la organización natural del paisaje y las tradiciones y conocimientos de sus habitantes humanos anteriores.

Causa común. Si el trabajo en una perspectiva mayor del suelo es una consecuencia de haberse dado cuenta de que hay más en el suelo (y debajo y encima de él), la nueva ecuación de conservación pone tanto énfasis en quién hace el trabajo como en qué consiste el mismo. En desviación de las prácticas tradicionales, también crece la cantidad y tipo de gente que se alinea detrás de cualquier proyecto a escala de paisaje.Todo el proceso, dijo Dan Ashe, director del Servicio de Pesca y Vida Silvestre de los EE.UU., depende de una “colaboración épica”, que se convirtió en la frase más repetida del taller. El término “épico” tuvo resonancia porque hablaba de llegar a través de tantas barreras de separación. Otra palabra popular del taller fue “descarrilador”:

Terratenientes privados en alianza con administradores de suelos públicos. La ruta migratoria de la antilocapra americana, que atraviesa tanto suelo público como privado, ha sido protegida, pero este es el último de siete corredores que existían anteriormente; los demás fueron suprimidos. La Iniciativa del Urogallo de las Artemisas del Servicio de Conservación de Recursos Naturales, trabajando con 953 ganaderos de 11 estados del Oeste, ha movido o marcado con etiquetas blancas de plástico 537 millas de alambrado de púas, para que estos pájaros de vuelo rasante no queden clavados en ellas. “Trabajo con los que tienen esperanza, no odio”, dijo un ganadero.

Los terratenientes privados se asocian con sus próximos propietarios. Decenas de millones de hectáreas de campos agrícolas y ganaderos cambiarán de manos en los próximos 20 años, junto con más de 80 millones de hectáreas de “bosques de familia”. La edad promedio de un propietario de un bosque es 62,5 años y la “afinidad con el suelo”, como apuntó un comentarista, “puede ser más difícil de transferir que una escritura legal”.

Los administradores de suelos públicos colaboran con otros administradores de suelos públicos. Demasiadas agencias hermanas tienen el hábito arraigado de tratarse entre sí como hermanastras desdeñadas, o funcionan como las Grayas de la mitología griega, que compartían un solo ojo. En los últimos 30 años, la Oficina de Administración de Suelo (BLM) ha desarrollado un sistema de Gestión de Recursos Visuales (VRM) para evaluar intrusiones en los suelos del Oeste, que también cuenta con una lista de calidades paisajistas a varias distancias de Puntos de Observación Claves (KOP). Pero los métodos del VRM no se han propagado todavía hacia el Este, donde la Comisión Federal de Regulación de Energía tiende a aprobar sin hacer preguntas todas las propuestas para corredores de gasoductos nuevos y de transmisión eléctrica, aunque afecten las vistas de hitos históricos nacionales, como Montpelier, la hacienda de Virginia rodeada de bosques primarios donde James Madison escribió un borrador de la Constitución de los EE.UU.

Otras disparidades que aún tienen que resolverse. El ochenta y cinco por ciento de los estadounidenses vive en áreas urbanas, dando paso a una generación de jóvenes que han “caminado sólo sobre asfalto”. En este taller, la mayoría de los presentadores eran hombres, comprometidos con la “hombrexplicación”, como dijo una mujer. Otro participante quedó sorprendido de que la conferencia fuera tan “abrumadoramente blanca”. La Dra. Mamie Parker, subdirectora retirada del Servicio de Pesca y Vida Silvestre (la primera mujer afronorteamericana en ese puesto) fue oradora plenaria, y recibió una prolongada ovación, sólo igualada por la dedicada a la Secretaria Jewell. “Por muchos años”, dijo la Dra. Parker, “hemos estado atascados, frenados y asustados de hacer alianzas no tradicionales. El miedo nos ha impedido comunicarnos con otra gente que quiere sentirse respetada, quiere saber que ellos también son miembros valiosos de nuestro equipo”.

“El cambio se produce al ritmo de la confianza”, dijo uno de los participantes.”No creo que hayamos probado la confianza todavía”, dijo otro. Queda claro que, de ahora en adelante, para lograr éxito en la conservación se va a necesitar de gran éxito en los diálogos, muchos de los cuales pueden ser incómodos al principio. Va a ser una travesía plena de desafíos. Nuestros antecesores humanos se sintieron incómodos cuando se pusieron de pie por primera vez; todavía estamos trabajando para lograr un sentimiento de pertenencia a otras tribus.

City People (Gente urbana), un libro pionero del historiador Gunther Barth, demostró cómo las ciudades norteamericanas del siglo XX se convirtieron en lugares cohesivos gracias a las invenciones de finales del siglo XIX: Millones de estadounidenses de pueblos pequeños e inmigrantes de Europa Oriental aprendieron a vivir y trabajar juntos gracias a las casas de apartamentos, los grandes almacenes, los periódicos (que les proporcionaban la misma información de partida) y los campos de béisbol (que les enseñaban reglas para competir y cooperar). También podemos agregar las bibliotecas y los parques públicos a la lista.

Masonville Cove, en Baltimore, primera asociación urbana de refugio de vida silvestre del país, fundada en 2013, es quizá un nuevo tipo de biblioteca pública para la era de grandes paisajes. El Área de Conservación de Vida Silvestre Urbana de Masonville Cove, un barrio costero en la parte más meridional de la ciudad, destruido después de la Segunda Guerra Mundial para construir un túnel de paso hacia el puerto, y plagado de zonas industriales abandonadas que se han regenerado y han sido descubiertas nuevamente por 52 especies de pájaros, ahora ofrece clases dictadas por el personal del Acuario Nacional sobre la Bahía de Chesapeake y su cuenca de 165.000 km2 (18,5 veces más grande que Yellowstone). También hay excursiones, sendas peatonales, plataformas de lanzamiento de kayaks y oportunidades para ayudar a retirar los escombros carbonizados, que pueden remontarse al gran incendio de Baltimore de 1904.

A escala nacional, la conservación a nivel de paisajes tiene un comité directivo informal y extraoficial: la Red de Practicantes de Conservación de Grandes Paisajes, una alianza de administradores de suelos gubernamentales, fideicomisos de suelo, académicos, ciudadanos y organizaciones nacionales sin fines de lucro que salvan suelos y protegen las especies. Y oficialmente, como resultado de una iniciativa temprana de la administración Obama, existe ahora un apuntalamiento nacional para este trabajo: una red de investigadores y convocantes federales, organizada como 22 Cooperativas de Conservación del Paisaje (LCC). Las LCC no son propietarias de nada ni administran nada, ni tampoco promulgan normas, pero generan y compilan datos científicos confiables sobre todos los paisajes del país (y muchos paisajes adyacentes en Canadá y México), creando así una base de datos de información compartida. Por necesidad cubren mucho territorio y agua (una de las LCC abarca tanto Hawái como Samoa Americana, 6.500 kilómetros al oeste). Y reúnen a mucha gente; cada LCC tiene por lo menos 30 socios que representan agencias independientes del gobierno, organizaciones sin fines de lucro y gobiernos tribales.

¿Y ahora qué? Esa era la pregunta que todos se hacían una y otra vez, con emoción y urgencia, en los pasillos de este edificio extenso, del tamaño de un centro comercial. Estaban aquellos animados por una encuesta reciente que revelaba que los estadounidenses creen que el 50 por ciento del planeta debe ser protegido para otras especies (los brasileños creen que se debe proteger el 70 por ciento). Algunos vislumbran un sistema continental ininterrumpido de grandes paisajes interconectados, y el establecimiento de un parque internacional de la paz en la frontera entre los EE.UU. y México, para complementar el que se estableció en 1932 en la frontera entre los EE.UU. y Canadá. Por otro lado, estaban aquellos que se mostraban angustiados porque ven que los todos los esfuerzos se están quedando cortos, confinando a los norteamericanos a un continente con más desarrollo, menos biodiversidad y menos lobos, salmones y búhos manchados. Estaban aquellos que pensaban que en el próximo taller nacional las alianzas deberían formar parte oficial del programa, integradas en la planificación de sesiones, en las presentaciones y en as discusiones e iniciativas posteriores.

Realmente, ¿y ahora qué? La gente necesita tomarse un poco de tiempo para asimilar el ascenso de una nueva visión, una expansión permanente en la percepción de los paisajes. No más de “No en mi patio trasero”; hay un único patio trasero, y existe para nuestro cuidado y deleite, nuestra herencia y responsabilidad.

Cuando uno adquiere una nueva capacidad, ¿hacia dónde dirige su mirada? Si alguien le da un telescopio, ¿dónde mirará primero?

Sobre el autor

Tony Hiss fue miembro de la redacción de la revista New Yorker durante más de 30 años, y ahora es un académico visitante en la Universidad de Nueva York. Es autor de 13 libros, entre los que se incluyen The Experience of Place (La experiencia del lugar) y, recientemente, In Motion: The Experience of Travel (En movimiento: la experiencia de viajar).