Perfil Docente
Eduardo Reese, arquitecto que se especializa en planeamiento urbano y regional, es el subadministrador del Instituto de la Vivienda de la Provincia de Buenos Aires, Argentina. En cargos profesionales anteriores, fue asesor técnico para los planes maestros de más de 20 ciudades en argentina; Secretario de Políticas Socioeconómicas del Ministerio de Desarrollo Humano y Laboral de la Provincia de Buenos Aires; asesor al Consejo de Planeamiento Urbano de la Ciudad de Buenos Aires; y Secretario de Planeamiento en la ciudad de Avellaneda.
Reese es docente en el Instituto del Conurbano de la Universidad Nacional del General Sarmiento en Buenos Aires. Actualmente es profesor de gestión urbana en el programa de grado en urbanismo en dicha universidad. También enseña desarrollo urbano en programas de maestría de la Faculta de Arquitectura, Urbanismo y Diseño de la Universidad de La Plata, así como en universidades de Mar del Plata y Córdoba. Además, dirige el plan maestro de la cuenca Matanza-Riachuelo en Buenos Aires.
Land Lines: ¿Cómo se involucró usted en el Programa para América Latina del Instituto Lincoln?
Eduardo Reese: Mi relación con el Programa se remonta a 1997, cuando estábamos elaborando el plan de la ciudad de Córdoba, que incluyó la formulación de diferentes proyectos urbanos de gran escala. En ese momento el Instituto colaboró activamente para ampliar el debate de los impactos de estos proyectos sobre el mercado de suelo y, consecuentemente, en la configuración de la ciudad. Posteriormente, me fui integrando en diversas actividades del Instituto, y hace cuatro años asumí la coordinación de los cursos anuales de Gestión del Suelo en Grandes Proyectos Urbanos, a partir del fallecimiento de Mario Lungo, quien había dirigido ese programa desde su inicio.
En el 2004, el Programa y el Instituto del Conurbano de la Universidad Nacional de General Sarmiento, realizamos en conjunto el curso Mercados de Suelo: Teoría e instrumentos para la gestión de políticas, el cual fue la primera actividad del Programa para América Latina y el Caribe que implicó un programa de formación de siete meses para 50 alumnos argentinos. Esa experiencia educativa ayudó a formar una masa crítica de técnicos y profesionales con una visión innovadora y diferente respecto de la gestión de las políticas de suelo. El impacto de ese curso se ha reflejado en decisiones de políticas urbanas en diferentes municipalidades (tales como San Fernando y Morón en el Gran Buenos Aires); en la constitución en Argentina del Movimiento de Reforma Urbana en 2005; y en cambios académicos en el mismo Instituto del Conurbano.
Land Lines: ¿Qué rol puede jugar un proyecto urbano en la calidad de vida de una ciudad en el contexto latinoamericano?
Eduardo Reese: Las grandes operaciones o proyectos urbanísticos sobre sectores definidos de la ciudad (tanto en áreas centrales como en las periferias) han sido grandes protagonistas del urbanismo contemporáneo en el último cuarto de siglo. En América Latina se cuenta hoy con un amplio muestreo de experiencias y proyectos, aunque todavía se requiere una reflexión teórica más rigurosa. Algunos ejemplos importantes son los proyectos del Portal del Bicentenario en Santiago de Chile; los proyectos urbanos integrales en Medellín, Colombia; las operaciones urbanas en diferentes ciudades de Brasil; y el proyecto de reestructuración en el sector Oeste de San Fernando, Argentina.
Sin embargo, es importante aclarar que las grandes operaciones urbanísticas son un instrumento de intervención en la ciudad que ya tienen muchos años no sólo en los países centrales, sino también en nuestras sociedades. En Buenos Aires, por ejemplo, la apertura de la Avenida de Mayo y de las diagonales, proyectada hacia 1880 y llevada a cabo en las décadas siguientes, implicó importantes impactos, tanto en lo físico-espacial como en lo social, económico y, fundamentalmente, en el campo simbólico. Este enfoque de múltiples impactos permite, sin duda, asimilar la operación de Avenida de Mayo a un gran proyecto urbano contemporáneo, pero también generó un gran debate sobre quién debía financiar la operación y quién se apropiaría de las rentas de suelo generadas. En última instancia, la Corte Suprema falló que la municipalidad no podía financiar las obras con la plusvalía generada, porque las rentas eran enteramente de los terratenientes. Durante muchos años, este caso fue un precedente en relación a la intervención estatal en el proceso de valorización de suelo generado por un gran proyecto público.
Land Lines: Usted tiene una mirada muy crítica del reconocido proyecto de regeneración urbana Puerto Madero, en Buenos Aires. ¿Qué haría de manera diferente en otras grandes áreas de redesarrollo?
Eduardo Reese: Puerto Madero es un caso emblemático de proyectos urbanos que promueven un modelo de planeamiento urbano segregado y que hoy en día se “exporta” a otras ciudades y países como instrumento básico para poder “competir” por las inversiones internacionales. En este proyecto el Estado adoptó una posición de sumisión frente al mercado y permitió la construcción de un barrio exclusivo para sectores de altísimos ingresos. Es un ejemplo notorio de una política pública diseñada explícitamente para privilegiar a los sectores más ricos sin recuperación de las enormes valorizaciones del suelo que fueron producto de esta misma política pública.
Más aún, a fin de garantizar a los inversionistas la sobrevalorización de las propiedades que compraron, el emprendimiento tiene una serie de características que la “recortan” (física y socialmente) del resto de la ciudad, creando con ello rentas aún mayores debido a la segregación. Puerto Madero no tiene un muro explícito, como los condominios cerrados, pero tiene múltiples acciones y mensajes implícitos, explícitos y simbólicos que señalan claramente que ese lugar está fuera del alcance para la mayoría de la sociedad:
- Es el único barrio administrado por una Corporación Estatal que, además, hace 19 años paga sueldos de funcionarios y gerentes para construir y mantener unos pocos metros cuadrados de parque accesibles únicamente a aquel barrio adinerado.
- El proyecto creó una escenografía urbana diseñada y de cuidadosos detalles estéticos que contrasta fuertemente con la pobreza brutal del espacio público en el resto de la ciudad. Los parques e infraestructura son construidos sobre suelo ya privatizado para garantizar las inversiones, pese a utilizar fondos públicos, que benefician únicamente a los propietarios de élites de las torres de vivienda y oficinas que los rodean.
- El sistema se apoya en un sofisticado sistema de cámaras y de seguridad que definen y controlan el acceso a una zona sobreprotegida.
- Todos estos mecanismos están al servicio de garantizar la sobrevalorización de las propiedades como un seguro de que allí solo podrá comprar y habitar la clase social más alta.
En definitiva, Puerto Madero es la clara demostración de urbanismo y política pública de distribución regresiva: un “ghetto” libre de problemas para ricos.
Land Lines: En la medida en que las municipalidades compiten por inversiones externas, ¿es posible reconciliar esto con objetivos alternativos tales como prioridades ambientales y sociales?
Eduardo Reese: El problema de nuestras ciudades no es la falta de planeamiento, sino el actual orden excluyente de las políticas y del urbanismo. No puede haber una ley para la ciudad formal y un conjunto de excepciones para el resto. Es necesario crear un nuevo orden urbanístico y jurídico en América Latina respecto al derecho a la ciudad, la distribución equitativa de los beneficios de la urbanización, y la función social de la tenencia de suelo.
Land Lines: ¿De qué manera la municipalidad de San Fernando, en el Área Metropolitana de Buenos Aires, ofrece una alternativa a este enfoque?
Eduardo Reese: San Fernando es un municipio ubicado en la zona norte del Gran Buenos Aires, a 30 km de la ciudad de Buenos Aires, con una superficie continental de 23 km² y una población de 156.000 habitantes. Tiene un frente litoral al Río Luján de 5 km de extensión sobre su desembocadura en el Río de la Plata donde se concentra una gran cantidad de actividades productivas vinculadas con la náutica. Este sector del municipio tiene una ubicación privilegiada, con altos valores inmobiliarios y está dotado de la totalidad de los servicios urbanos.
El plan urbano y el modelo de gestión del suelo se comenzaron a elaborar en el 2003 a través de un convenio entre el municipio y el Instituto del Conurbano de la Universidad Nacional de General Sarmiento. En el año 2005, un seminario de capacitación del Instituto Lincoln ayudó a ampliar las ideas tradicionales sobre manejo de suelo que abundaban en los grupos profesionales locales y llevó a una serie de decisiones importantes:
- generar recursos sustentables para reorientar el desarrollo urbano;
- recuperar la cultura de financiamiento de obras públicas con una contribución por mejoras
- recuperar suelo para vivienda social, infraestructura urbana y redes viales
- fortalecer las administraciones urbanas y municipales como actores innovadores en la implementación de políticas públicas; y
- limitar la sobrevaluación del suelo al intervenir en el mercado a través de mecanismos tales como nueva legislación de planeamiento urbano, instrumentos para recuperar la valorización, y una importante oferta de suelo para los sectores de bajos ingresos.
La política urbana en San Fernando se enfocó en una serie de estrategias de acción que incluyeron (1) asegurar el acceso a nuevos espacios públicos sobre el río para fines recreativos, deportivos y comerciales, especialmente para ser aprovechados por los sectores pobres; y (2) la regularización comprehensiva del sector oeste de la municipalidad, donde se concentra los mayores niveles de pobreza.
Para implementar estas estrategias, fue necesario aumentar los recursos fiscales para inversión pública de dos maneras: a través de la apropiación de la rentabilidad del uso del suelo o tierra municipal sobre el río a través de la creación del consorcio Parque Náutico de San Fernando, S.A. (PNSFSA); y con la participación de la municipalidad en la plusvalía a partir de una reforma tributaria municipal. (PNSFSA es una empresa creada por la municipalidad de San Fernando para administrar las tierras del dominio municipal en la costa ribereña del sector este de la ciudad, conocida como Marina Park).
La experiencia de San Fernando se basa en un conjunto de herramientas de gestión orientadas a la redistribución de rentas urbanas para construir una ciudad más equitativa. El suelo se considera como un activo clave dentro de una estrategia más amplia de desarrollo local y, por lo tanto, la gestión depende de una combinación de instrumentos de planeamiento, administrativos, económicos, fiscales y legales orientados a fortalecer el papel del sector público. El eje central de las políticas es la búsqueda de equidad en la distribución de los costos y beneficios de la urbanización, dentro del contexto desafiante de la creciente presión sobre el suelo en toda el área metropolitana de Buenos Aires.
Land Lines: ¿Qué cambios habría que realizar en el sistema educativo para la capacitación de los planificadores urbanos?
Eduardo Reese: Primero, es necesario incorporar una mayor comprensión del funcionamiento de los mercados de suelo en el contexto actual de las ciudades de los países en desarrollo. Segundo, hace falta un análisis más crítico de los instrumentos teóricos, metodológicos y técnicos para llevar a cabo el diagnóstico e intervención en asuntos de suelo urbano. El curso sobre mercados de suelo de 2004 que mencioné antes buscó desarrollar este tipo de materiales para permitir que los estudiantes cubrieran las diferentes escalas y dimensiones del problema.
Land Lines: ¿Qué tensiones existen entre intereses públicos y privados en el planeamiento urbano?
Eduardo Reese: Esta es una pregunta crucial porque toda la historia de la gestión territorial en nuestras ciudades ha tenido un hilo conductor: el derecho de la propiedad privada del suelo juntamente con la estructura de la propiedad han entrado siempre en conflicto con la actividad urbanística que es una responsabilidad pública. En ese sentido siempre habrá una tensión entre intereses públicos y privados en la construcción de la ciudad.
A mi juicio, los proyectos urbanos en América Latina tienen la responsabilidad de contribuir a la creación de nuevos espacios de uso y goce público, a la inclusión social, a la generación de empleo, a la equidad en el acceso a los servicios para todos, a la sostenibilidad ambiental y a la redistribución de las rentas urbanas generadas por el proyecto. Los cuatro casos mencionados antes de Chile, Colombia, Brasil y Argentina muestran que estos beneficios son posibles en muchos países.
Sin embargo, y lamentablemente, en una gran cantidad de casos en América Latina los proyectos urbanos se han justificado como necesarios para atraer inversiones y/o consumidores y asegurar o reforzar las ventajas competitivas dinámicas de la ciudad. Estos insospechados objetivos positivos a veces se usan como un mecanismo para legitimizar intervenciones que profundizan la segregación socioespacial de las ciudades. Estos efectos adversos del mercado no son fatales para las ciudades, sino que son el resultado de elecciones políticas perversas.