El escritorio del alcalde
Marvin Rees nació en Bristol, Reino Unido, y creció en las viviendas públicas de la ciudad. De allí fue a estudiar políticas e historia económicas en la Universidad Swansea; luego, desarrollo global en Eastern University, Pensilvania, y el programa de liderazgo mundial en Yale World Fellows. Trabajó en el área de salud pública, donde promovió la igualdad racial en la atención de la salud mental, y como periodista de radiodifusión para la BBC, antes de buscar un puesto político en su ciudad natal. Cuando fue electo, en mayo de 2016, se convirtió en el primer alcalde de ascendencia negra afro-caribeña en una ciudad europea. Se comprometió con convertir a Bristol (un ex centro fabril a unos 160 kilómetros al oeste de Londres con más de 450.000 habitantes) en “una ciudad más justa para todos”, centrada en viviendas asequibles, una mejor estructura de tránsito, atención médica y movilidad social mediante el acceso a la educación. Rees, de 47 años, también trabajó para mejorar las comunicaciones y la colaboración con los votantes y los grupos cívicos. Vive en East Bristol con su esposa y sus tres hijos. En su entrevista con Anthony Flint, miembro sénior, Rees reflexiona acerca de la igualdad, el crecimiento y la inmigración, en medio de un clima político tumultuado en el Reino Unido.
Anthony Flint: Uno de los afiches de su campaña indicaba que cuando fuera electo construiría 2.000 viviendas al año. ¿Qué había detrás de esa promesa? ¿Y cómo evolucionó?
Marvin Rees: El motivo por el cual las viviendas asequibles se hicieron prioritarias es que son una de las herramientas de políticas más importantes que tenemos para ofrecerle a la población salud, una economía sólida, una sociedad estable y buenos resultados educativos. Al igual que muchas ciudades de los Estados Unidos, nos encontramos en una crisis de vivienda. No hemos construido lo suficiente, y el mercado privado por su cuenta no ha dado la oportunidad de poseer un hogar estable. Ha sido difícil, en parte porque no teníamos armada la maquinaria organizativa para priorizar el territorio y desarrollarlo. Pero parece que estamos encaminados para alcanzar la meta: 2.000 viviendas al año para 2020, 800 [de ellas] asequibles. Hay toda una mezcla: viviendas obreras donde poseemos el suelo; una asociación de viviendas sociales con alquileres inferiores a los precios de mercado; constructores en volumen que, dentro de sus esquemas, también deben ofrecer viviendas asequibles; y estamos apoyando esquemas de autoconstrucción, mediante los que las comunidades se unen [para construir viviendas compartidas en suelo infrautilizado]. Tuvimos la exhibición Bristol Housing Festival, que presentó métodos modernos de construcción, como fabricación fuera del sitio. Hacemos hincapié en la calidad y la comunidad. Lo que no queremos es simplemente armar cajas y llenarlas de gente.
AF: Al pensar en crecimiento sostenible y viviendas asequibles, según su opinión, ¿cuál es la función de las políticas de suelo, entre ellas la tributación territorial? ¿Cuál es su postura respecto de la captura de valor territorial y la tributación del valor del suelo?
MR: Vengo de un entorno de salud pública y periodismo, entonces tuve que hacer un curso acelerado sobre cómo funcionan varias partes de una ciudad. El valor territorial es un desafío masivo porque el suelo se convirtió en un producto básico, que pasa por las manos de varios propietarios cuyo objetivo no es construirle cosas encima, sino simplemente ganar dinero. Necesitamos poderes a nivel del gobierno local, y el gobierno nacional debe tomar medidas para modificar la manera en que se utiliza el suelo. Personalmente, creo nos debemos una conversación inmensa. En el Reino Unido, creemos que la educación es un bien común. Pensamos lo mismo sobre la salud, y por lo tanto tenemos un Servicio Nacional de Salud. Y creo que, por la justicia social y la fortaleza de nuestra economía, necesitamos volver a enmarcar nuestro modo de pensar en el suelo y las viviendas. Si fallamos en esto, terminaremos con lo que vimos en todo el mundo: la clase media desaparece, y el resultado es una población bifurcada y un estado frágil. Esto es una crisis.
AF: Ha aceptado el concepto de reinvención para las ciudades postindustriales, que es un tema grande para U.K. 2070 Commission, una iniciativa de investigación asociada con el Instituto Lincoln. ¿Pero cómo alienta al crecimiento en su ciudad y en otras parecidas en el contexto de Brexit?
MR: Brexit es la respuesta incorrecta al problema correcto. La gente quedó olvidada; perdió la esperanza. [La gente siente que] la política está cada vez más lejos de ella. El otro problema que identificó Brexit es que la gente perdió el contacto con su historia y relato nacionales, y con quiénes son. Al igual que en los Estados Unidos, quieren volver a los 50. Estos son reclamos legítimos, pero Brexit no va a resolver el problema. La globalización ha integrado nuestras comunidades para que usemos los mismos productos: Pizza Hut no tiene nada de inglés, ¿o sí? De muchas formas, estamos en un mundo posnacional y no podemos depositar nuestro futuro en las manos de un gobierno nacional. El gobierno a nivel de la ciudad es el mejor lugar para actuar: las ciudades están formando redes internacionales para trabajar en conjunto en temas compartidos, como cambio climático, inmigración e igualdad.
AF: Tómese un momento para explicar el One City Plan de Bristol, que expone una visión de dónde estará la ciudad en 2050, y está nominado para el premio a la Capital de la Innovación de la UE. ¿Cómo equilibra las innumerables ideas de los votantes con la implementación del plan que determinó que es necesario?
MR: El One City Plan surge de comprender que lo que la gente recibe no proviene únicamente del gobierno; la gente debe sentirse en la intersección de [decisiones tomadas por] la ciudad, universidades, el sector privado . . . Y si queremos dar forma al futuro, debemos aferrarnos a ese impacto colectivo y alinearnos un poco. También se basa en el sentido de que no podemos esperar a ver qué viene por las vías del tren. Debemos ver dónde debemos estar en 2050, y si queremos estar ahí para 2050, qué debemos entregar en 2048 o en 2025, y trabajar hacia atrás. Es un documento vivo con prioridades compartidas y un acuerdo real. Cualquier persona de Bristol puede tomar una copia del plan y decir: “Comprendo, harán X para 2050, pero creo que debería hacerse para 2025”. Por ejemplo, la neutralidad de carbono. El One City Plan nos da la materia prima y nos muestra cómo podemos llegar a los puntos en común.
El plan está basado en seis pisos [Salud y Bienestar; Economía; Viviendas y Comunidades; Medio Ambiente; Aprendizaje y Habilidades; Conectividad]. Cada uno de esos pisos tiene una junta [conformada por miembros de la comunidad], y ellos son responsables de hacer actualizaciones todos los años. También tenemos algo llamado City Gathering (Reunión de la Ciudad) cada seis meses. En la primera se reunieron unas 70 personas . . . y yo les dije: entre nosotros, gastamos £ 6.000 millones [US$ 7.400 millones] y empleamos a 70.000 personas en la economía. Si nos alineamos en una pequeña cantidad de prioridades compartidas, ¿qué no podríamos lograr? Tenemos un poder increíble. Estamos intentando crear un espacio para que la gente pueda [conectarse y] encontrar respuestas.
AF: Al desempeñarse en su empleo, fue víctima de comentarios extremistas y antiinmigratorios. ¿Cómo hace para ocupar un alto cargo ejecutivo con un plan progresista en ese tipo de entorno?
MR: Lo logro porque creo que todo el argumento sobre la inmigración es, para ser benevolente, un error, y si soy menos benevolente, una gran mentira. La inmigración no es la causa de los problemas de la gente. Yo crecí siendo pobre entre esas personas a las que se acusa. Que haya miembros de la élite inglesa que van por ahí, y se ve algo similar en los Estados Unidos, culpando a los inmigrantes por la situación del país sobre el cual han tenido un poder absoluto durante siglos . . . es un poco fuerte. Han creado una situación en la cual la gente relativamente pobre y desprovista de poder está culpando a otra gente pobre y sin poder por la situación en la que nos encontramos. No me cuesta, también, porque quiero estar en un lugar donde pueda decir lo que pienso de verdad. Yo soy un hombre mestizo. Mi papá vino de Jamaica; la herencia inglesa de mi mamá se remonta a mucho tiempo atrás en Bristol. Mi abuelo era de Gales del Sur y, antes, de Irlanda. Soy la encarnación física de la migración, entonces pienso que es hipócrita decir que la migración es la causa de los males del mundo.
Otro problema es que los gobiernos nacionales dan forma al debate por la migración. Y debería ser al revés. Lo que necesitamos es que los gobiernos nacionales empiecen a hablar con las ciudades y preguntarles qué necesitan. [Las ciudades] tienden a ver la migración como un activo, en términos de la conectividad con los mercados mundiales. Si seguimos las poblaciones asiáticas, africanas, de Europa Oriental, nos conectan con oportunidades internacionales. Los gobiernos nacionales están usando números abstractos y hablan de cuántas personas más dejan entrar. Y eso es totalmente diferente a lo que debemos conversar.
AF: Por último, aunque por cierto no es lo menos importante: ¿cuál es su visión sobre cómo pueden aportar las ciudades como Bristol para combatir el cambio climático y a la vez prepararse para los impactos inevitables?
MR: Reconocemos absolutamente que se trata de una crisis con consecuencias muy reales. Mayor riesgo de inundaciones, temperaturas más extremas, desertificación: acabaremos con un incremento de la migración de áreas rurales a urbanas, y una fuente de conflicto que llevará a más crisis. Para las ciudades, la emergencia climática será inseparable de la emergencia migratoria global. Las ciudades deben tener el mando, por varios motivos. Uno tiene que ver con la voluntad política. Esto es indudable en los Estados Unidos: el gobierno federal parece no tener voluntad política, pero hemos visto que algunos alcaldes del país dieron un paso al frente para tomar las riendas cuando el gobierno federal se retira. Las ciudades son más propensas a observar en términos de interdependencias, mientras que el gobierno nacional está más ocupado con las fronteras. Las ciudades están equipadas con la maquinaria política para marcar el camino.
Anthony Flint es miembro sénior del Instituto Lincoln de Políticas de Suelo.
Fotografía: Marvin Rees. Crédito: Oficina del alcalde de Bristol.