Búsqueda de soluciones

Water & Tribes Initiative Encourages Collaborative Approach to Colorado River Management
Por Matt Jenkins, January 12, 2021

 

E

n el otoño de 2018, los gestores hídricos de Arizona debatían acaloradamente sobre cómo limitar los daños de una megasequía en el río Colorado que duró décadas. La sequía forzó cálculos y reajustes penosos en el uso del agua en toda la cuenca del río. Debido al modo en que se fue asignando el agua a través del tiempo, se hizo evidente que Arizona pagaría los platos rotos de la inminente escasez, y que los agricultores del estado, de los cuales muchos tienen derechos hídricos de baja prioridad, se enfrentarían a recortes graves.

En una reunión de octubre de ese año, Stefanie Smallhouse, presidenta de la Oficina Agrícola de Arizona, denunció los cortes propuestos. Sugirió que las propuestas eran una falta de respeto a los agricultores, en particular para un colono blanco llamado Jack Swilling que, según dijo, de forma heroica había hecho florecer el desierto. “Me resulta irónico que estemos exactamente a 150 años del primer agricultor que comenzó el asentamiento en la zona de Phoenix”, dijo Smallhouse. “Allí no había nadie más. Había reliquias de actividad agrícola de las tribus en el pasado, pero [Swilling] fue prácticamente quien empezó todo”.

Más tarde habló Stephen Roe Lewis en la reunión. Lewis es el gobernador de la comunidad indígena del río Gila, una reserva al sur de Phoenix que alberga a miembros de las tribus akimel o’otham y pee posh. El patrimonio de los akimel o’otham se remonta a la civilización hohokam, que a partir de unos 1.400 años atrás construyó un sistema masivo de canales de irrigación para atender los cultivos de algodón, maíz y otros vegetales en la zona. Pero en las décadas de 1870 y 1880 se construyeron nuevos sistemas, y el río Gila quedó drenado. Estos sistemas nuevos estuvieron a cargo, principalmente, de agricultores blancos, y además de asolar las granjas de los akimel o’otham y pee posh, provocaron hambrunas. “La historia es importante”, afirmó el gobernador Lewis, y corrigió el relato de Smallhouse sobre que Swilling solo halló “reliquias” de agricultura de las tribus. “Hace más de 1.000 años que cultivamos, y el único momento en que eso se interrumpió fue cuando nos quitaron el agua”.

De hecho, la comunidad indígena del río Gila ha dedicado gran parte de los últimos 150 años a intentar recuperar el agua de la cual sus miembros dependieron durante tanto tiempo. En 2004, un acuerdo aprobado por el Congreso otorgó a la comunidad una cantidad importante de agua del Colorado. Desde entonces, esta ha trabajado activamente para proteger esos derechos. “Estaremos aquí todo el tiempo que sea necesario para hallar soluciones”, dijo Lewis a las partes reunidas en 2018. “Pero lucharemos hasta el final para procurar que no se vuelvan a llevar nuestra agua”.

Tal como demuestra ese intercambio, la larga historia de los nativos estadounidenses en la cuenca del río Colorado se suele ignorar en los debates sobre la gestión del recurso, al igual que sus vínculos sociales, culturales y medioambientales con el río. Los comentarios de Lewis indican el compromiso que tienen hoy los dirigentes tribales para cambiar eso. Desde fines de la década de 1970, las tribus de la región han ganado una serie de acuerdos que confirman sus derechos sobre el agua del río Colorado. Hoy, controlan alrededor del 20 por ciento del agua del río. Ante la realidad de la severa escasez en toda la cuenca, se hizo evidente que en toda conversación que ocurra sobre el futuro, las tribus deben ser piezas claves, porque poseen soberanía bajo la Constitución nacional, lo cual les da derecho a gobernarse a sí mismas.

Lo que está en juego no es poco, no solo para las tribus, sino también para todas las personas que dependen del Colorado. Unas 41 millones de personas de siete estados de los Estados Unidos y dos de México usan el agua del río, que irriga más de un millón y medio de hectáreas de tierras agrícolas. Si la cuenca del Colorado fuera un país aparte, sería una de las 10 mayores economías del mundo. Pero las sequías y otros efectos del cambio climático están excediendo la capacidad del río de suplir las enormes demandas que tiene; así, las tribus llegan de forma más directa a la política del río.

Para mejorar la capacidad de las tribus de gestionar el agua y fortalecer su voz en los debates y decisiones sobre gestión de la cuenca, en 2017 varias organizaciones formaron la iniciativa Water & Tribes (WTI, por su sigla en inglés), con financiación del Centro Babbitt para Políticas de Suelo y Agua, un programa del Instituto Lincoln. Ahora, el proyecto también recibe financiación de las fundaciones Walton Family y Catena y otros asociados; lo dirige un grupo diverso de representantes tribales, funcionarios y exfuncionarios estatales y federales, investigadores y grupos conservacionistas, entre otros.

Si trabajamos juntos, podremos hallar soluciones a estos problemas”, dice Daryl Vigil, miembro del pueblo jicarilla apache y cofacilitador de la WTI. Él dice que es un momento delicado para las tribus: “Si no nos adelantamos al juego, en términos de apenas un reconocimiento básico de soberanía tribal en el proceso, los riesgos serán inmensos”.

Nos entusiasma ser parte de esta asociación que evoluciona y crece”, dice Jim Holway, director del Centro Babbitt. “El trabajo que hace la WTI es esencial para la sostenibilidad de la cuenca a largo plazo, y es fundamental para nuestro objetivo de mejorar los vínculos entre la gestión del agua y el suelo”.

Aguas divididas

Las 29 tribus con reconocimiento federal en la cuenca del río Colorado viven en una paradoja desde hace mucho tiempo. En 1908, la Corte Suprema de los Estados Unidos determinó que las tribus tienen derecho a agua para sus reservas. En la jerarquía por orden de llegada de la ley hídrica occidental, la Corte les jugó un poderoso as bajo la manga: determinó que los derechos hídricos de una tribu se basaban en la fecha de creación de la reserva. Dado que casi todas ellas fueron creadas por el gobierno de los Estados Unidos en la segunda mitad del s. XIX, en teoría están en una situación más favorecedora que cualquier otro usuario del río. Al igual que los akimel o’otham y los pee posh, todas las tribus estaban allí desde mucho antes que los colonos no nativos.

Pero cuando los representantes de los siete estados de la cuenca se reunieron en 1922 para redactar el convenio del río Colorado, empujaron a las tribus hacia el fondo. El convenio especifica la división del agua entre California, Arizona, Nevada, Colorado, Wyoming, Utah y Nuevo México, y sentó las bases para una red compleja de acuerdos, leyes y resoluciones judiciales que se conocen de forma colectiva como “la ley del río”, que, básicamente, ignoró a los indígenas (si desea estudiar con mayor profundidad sobre el río y su historia, consulte la edición especial de Land Lines de enero de 2019). Si bien el convenio reconoce escuetamente “las obligaciones de los Estados Unidos para con las tribus indígenas del país”, no entra en detalle sobre los derechos hídricos de estas. Como indicó el académico Daniel McCool: “al haber omitido la consideración de los derechos de los indígenas, se dejó sin resolver uno de los problemas más importantes de la cuenca” (McCool 2003).

El escritor e historiador Philip Fradkin llevó esta idea un poco más allá al declarar que “en esencia, el Colorado es un río de blancos”. Pero indicó que los colonos angloamericanos ignoraron a los indígenas bajo su propio riesgo: el problema no resuelto de los verdaderos derechos indígenas sobre el agua del Colorado fue una “espada de Damocles” que pendía sobre el futuro del río (Fradkin 1996).

Aún no se ha cuantificado todo el alcance de los derechos hídricos de los indígenas. A principios de la década de 1970, las políticas federales tomaron un rumbo radicalmente nuevo y adoptaron el principio de la autodeterminación de las tribus. Así, las tribus negociaron directamente con el gobierno federal para establecer sus derechos hídricos. La comunidad indígena ak-chin de Arizona fue la primera en hacerlo, en 1978; desde entonces, se han negociado 36 acuerdos de derechos hídricos entre tribus, otros titulares de derechos sobre la cuenca y organismos estatales y federales (ver nota de recuadro en página 82). “La aparición de los acuerdos negociados fue una parte importante de la evolución” de los derechos hídricos de las tribus, dice Jason Robison, profesor de leyes en la Universidad de Wyoming. “Pero las características incorporadas también abrieron nuevos caminos”.


Mapa de derechos resueltos sobre agua superficial para las tribus de la cuenca del río Colorado, acordados mediante litigio (en naranja) y negociación (en azul).  Crédito: “The Hardest Working River in the West”, StoryMap del Centro Babbitt.

Si bien al principio los derechos hídricos de las tribus se consideraban como una necesidad para cultivar en las reservas, los acuerdos del s. XX permitieron a algunas de ellas alquilar sus derechos a usuarios ajenos a la reserva. Esto resultó ser una herramienta para el desarrollo económico y una forma de financiar servicios básicos para los miembros de las tribus. Para el pueblo navajo de Arizona, Nuevo México y Utah, vincular el agua con el desarrollo económico “se trata de crear una patria permanente, a donde la gente va, se educa y vuelve a casa”, dice Bidtah Becker, miembro de la tribu y abogada que desde hace mucho se involucra en asuntos hídricos como funcionaria del gobierno del pueblo navajo. “Estamos intentando desarrollar una patria próspera a la cual la gente pueda volver, que funcione”.

En muchos casos, las tribus no tienen la infraestructura física para hacer uso del agua asignada. En todo el país, es 19 veces más probable que un hogar nativo estadounidense no tenga cañerías internas, en comparación con un hogar blanco. En el pueblo navajo, es probable que la falta generalizada de servicios hídricos haya sido una de las causas de las terribles pérdidas que tuvo la tribu por COVID-19. En un momento de 2020, el pueblo tuvo la tasa de infección per cápita más elevada de todos los estados del país (Dyer 2020). “Entre 70.000 y 80.000 navajos siguen acarreando el agua [a su hogar] todos los días”, dice Vigil. “En nuestro país, en 2020, aún hay entre 70.000 y 80.000 personas sin conexión a infraestructura hídrica en una pandemia. Es una locura”.

Vigil es el administrador hídrico del pueblo jicarilla apache de Nuevo México. En un acuerdo de 1992 con el Departamento del Interior de los Estados Unidos (DOI, por su sigla en inglés), se asignaron a la tribu casi 50 millones de metros cúbicos de agua al año (unos 50 mil millones de litros), que alquilaron al operador de una central eléctrica a base de carbón. El alquiler ayudó a financiar pagos anuales a miembros de la tribu durante muchos años. Pero a medida que la economía empezó a virar hacia energías ecológicas, los alquileres no se renovaron. “Así, de pronto nos quedamos con el agua del acuerdo almacenada [en un embalse] a unos 65 a 70 kilómetros, sin poder usarla”, dice Vigil.

Añade que, debido a la sequía actual, la tribu podría alquilar su agua a otras partes sin problemas, pero los términos del acuerdo federal le prohíben alquilar agua por fuera de Nuevo México. En cambio, el agua se escapa de entre las manos de la tribu y cae en las manos de otros usuarios. “No hay mecanismos disponibles para sacar el agua de las fronteras del estado”, dice Vigil. “En los últimos dos años, tuvimos unos 37 millones de metros cúbicos de agua sin alquilar que corrieron por el río”.

La capacidad que tienen las tribus de alquilar agua les puede dar ventaja y un estímulo económico. En un acuerdo de 2004 muy peleado, la comunidad indígena del río Gila (GRIC, por su sigla en inglés) adquirió derechos sobre un volumen de agua dos veces superior al de la ciudad de Las Vegas. Usó esos derechos para convertirse en una gran fuerza, muchas veces subestimada, en políticas hídricas y la política general de Arizona. La tribu participó en negociaciones sobre el Plan de Contingencia ante Sequías (DCP, por su sigla en inglés), un acuerdo de varios años para toda la cuenca firmado en 2019, en respuesta a los impactos de las décadas de sequía (Jenkins 2019).

Durante el proceso del DCP, los estados negociaron sus propios acuerdos; en Arizona, la GRIC aceptó dejar parte de su agua en el lago Mead, el embalse que provee de agua a la cuenca baja, y alquilar otra parte al Distrito de Reabastecimiento de Agua Subterránea del Centro de Arizona para responder a inquietudes sobre suministros de agua a largo plazo para nuevos desarrollos. Ambos acuerdos podrían otorgar hasta US$ 200 millones a la tribu.

También tuvieron una participación importante en el DCP las tribus indígenas del río Colorado (CRIT, por su sigla en inglés), una comunidad que incluye tribus mohave, chemehuevi, hopi y navajo en una reserva junto al río en Arizona y California. La comunidad participó, pero no faltó la controversia interna: algunos miembros se oponían al DCP e intentaron retirar a los miembros de su consejo tribal. Al final, la CRIT acordó dejar hasta el 8 por ciento de su asignación anual en el lago Mead durante tres años a cambio de una compensación de US$ 30 millones del estado de Arizona y una garantía adicional de US$ 8 millones de un grupo de fundaciones y corporaciones organizadas por la fundación Walton Family y la iniciativa Water Funder.

Las negociaciones del DCP fueron complejas y conflictivas. Al final, para llegar a una resolución se necesitó acercar a tribus, ciudades, agricultores y otras partes interesadas importantes.

 


 

La relación entre las asignaciones estatales y tribales

Cuando una tribu adquiere el derecho de usar o alquilar cierta cantidad de agua del río Colorado, esa agua se considera como parte de la asignación del estado donde se basa la tribu. Dado que los estados tienen asignaciones individuales de agua bajo las leyes y los acuerdos que rigen al río, los nuevos acuerdos hídricos de las tribus reducen la cantidad de agua disponible para los usuarios de ese estado. Antes, cuando no se usaban las asignaciones tribales de agua, esta quedaba en el sistema para que la usaran otras partes. Este problema es particularmente grave en Arizona, donde tienen reservas 22 de las 29 tribus de la cuenca. Los derechos hídricos de muchas tribus aún no se reconocen y no están cuantificados, resulta lógico que estas y otras partes interesadas sientan ansiedad sobre la disponibilidad del agua en el futuro, con la cuenca asolada por las sequías, y pretendan hallar formas de trabajar en conjunto para garantizar un futuro sostenible.

Para acceder a resúmenes de políticas, informes y otros materiales elaborados por la iniciativa Water & Tribes, visite www.naturalresourcespolicy.org/projects/water-tribes-colorado-river-basin.

 


 

Salvar la brecha

Desde su concepción, la WTI pretendió mejorar la capacidad de las tribus de promover sus intereses y una gestión sostenible del agua en la cuenca mediante la resolución colaborativa de problemas. “Estamos caminando sobre una cuerda floja”, dice Matt McKinney, quien cofacilita la iniciativa con Vigil. McKinney es mediador desde hace mucho tiempo y dirige el Centro de Recursos Naturales y Políticas Medioambientales en la Universidad de Montana. “Por un lado, es bastante fácil vernos como defensores de las tribus, y lo somos. Pero el marco más amplio es que defendemos un proceso justo, equitativo y efectivo para resolver problemas y tomar decisiones”.

El éxito de los acuerdos hídricos para las tribus se ha basado en las relaciones de las personas que se reúnen”, dice Margaret Vick, abogada de las tribus indígenas del río Colorado. “Y la iniciativa Water & Tribes hizo que aumentara la [cantidad de] gente en la reunión”. Hoy, la WTI está trabajando para alejarse de las negociaciones estrechas de acuerdos hídricos individuales y acercarse a una conversación mucho más amplia que abarque a toda la cuenca:  las pautas actuales de gestión del río vencerán a fines de 2026, y pronto se acordarán otras nuevas para las próximas décadas.

La Oficina de Recuperación de los Estados Unidos (USBR, por su sigla en inglés), la división del DOI que administra el Colorado y otras vías fluviales del oeste, está revisando las negociaciones y operaciones de los últimos quince años a fin de prepararse para la próxima ronda. “Necesitamos un proceso de renegociación más inclusivo”, dice Morgan Snyder, funcionario sénior del programa de medioambiente de la fundación Walton Family. “Esta es la oportunidad de influir en los próximos 25 años de gestión hídrica en la cuenca”.

Para anticiparse al proceso de renegociación, en 2019 McKinney y Vigil realizaron entrevistas con más de 100 personas, entre ellas dirigentes de tribus, gestores hídricos y otras personas vinculadas con asuntos hídricos en la región, para identificar los problemas importantes de la cuenca y buscar modos de promover la resolución colaborativa de problemas, en particular la participación de las tribus en las decisiones acerca del río. La WTI realizó talleres con miembros de tribus y otras partes interesadas de toda la cuenca para identificar estrategias y así aumentar la participación de las tribus y otros participantes.


Vista aérea de una parte de la reserva indígena mohave, de 13.000 hectáreas; cerca de la mitad se usa para cultivar algodón, alfalfa y otras plantas. Crédito: Observatorio de la Tierra/NASA.

Muchas de las personas entrevistadas creen que es momento de ir más allá de administrar el río como un sistema de plomería e ingeniería que provee de agua a ciudades y granjas, pensar en un sistema más holístico e integrado que responda mejor a múltiples necesidades e intereses, como por ejemplo valores sagrados y culturales de las tribus, valores ecológicos y recreativos, y la integración de decisiones sobre la gestión del suelo y el agua”, escribieron McKinney y Vigil. “Aquí, la intención es articular una visión holística e integrada y luego progresar hacia esa visión de forma gradual en determinado lapso . . . y pasar de un sistema centrado en el uso del agua a la gestión de la cuenca” (WTI 2020).

La WTI está publicando una serie de resúmenes de políticas para concientizar, ayudar a comprender mejor y catalizar conversaciones; los temas abarcan desde la función permanente de las tribus en la cuenca hasta una visión de sostenibilidad para todo el sistema. También está ayudando con el desarrollo de un plan estratégico a Ten Tribes Partnership, una coalición creada en 1992 para aumentar la influencia de las tribus en la gestión del agua del río Colorado.

Pero no será fácil cambiar la índole de las negociaciones sobre la gestión hídrica, y ni hablar de la índole de la gestión hídrica en sí. “Al igual que cualquier otro proceso muy complicado, se debe hallar un modo de desglosarlo”, dice Colby Pellegrino, gerente general adjunto de la Autoridad del Agua del Sur de Nevada, que abastece a Las Vegas y sus suburbios. “Hay que abordar la ley del río Colorado y todos los problemas interrelacionados de a un bocadito a la vez. Esto es problemático si distintos grupos interesados tienen opiniones discrepantes sobre el alcance de las negociaciones”.

Algunas tribus se han frustrado por lo difícil que les resulta hacerse oír, a pesar de que son naciones soberanas. “No somos ‘partes interesadas’”, dice Vigil. “Siempre nos meten en la misma bolsa que las organizaciones sin fines de lucro, grupos conservacionistas. Pero, ‘No, somos soberanos’”.

Los gobiernos estatales y el federal también han dado traspiés importantes. En 2009, la USBR lanzó un estudio importante para evaluar la oferta y demanda actuales y futuras en el río (USBR 2012), pero no se incluyó a las tribus en ese proceso con la relevancia debida. La oficina encargó un estudio de asignaciones hídricas a las tribus solo tras ser presionada por varias de ellas; se hizo con Ten Tribes Partnership y se publicó años más tarde (USBR 2018). El estudio resume las barreras que impiden que las tribus desarrollen sus derechos hídricos por completo y analiza los posibles impactos de que lo hagan, en particular para otros usuarios que ahora dependen del agua que las tribus no usaron durante mucho tiempo. Y en 2013 los estados de la cuenca y el gobierno federal comenzaron los debates sobre el Plan de Contingencia ante Sequías sin notificar a las tribus.

Los estados ignoraron el uso y los derechos hídricos de las tribus desde el convenio de los 20”, dice Vick. “El [estudio de oferta y demanda] fue un proceso que surgió de los estados; estos no comprendían los derechos hídricos de las tribus y casi no se involucraron siquiera para pensar qué ocurre dentro de la reserva en lo que respecta al uso del agua. Ya no podemos [hacer esto], porque se debe comprender todo para poder administrar la sequía de 20 años que hay ahora”.

Un desafío básico, pero esencial, aún no resuelto es hallar una forma común de comprender y debatir los asuntos relacionados con el río.  Anne Castle, exsubsecretaria de agua y ciencia del DOI, responsable de la USBR entre 2009 y 2014, hoy es miembro del equipo de liderazgo de la WTI. “El desafío es que no solo estamos hablando de sumar personas (representantes de las tribus) a las reuniones”, dice. “Esos representantes de las tribus también incorporan distintos valores. Nunca habíamos lidiado de verdad con esos valores culturales, espirituales y ecológicos en estos tipos de debates”.

Castle añade que sortear esa brecha es un proceso lento. “Los gestores hídricos estatales hablan el mismo idioma desde hace tanto tiempo . . . que es difícil exponerse a una forma distinta de hablar sobre el agua”, dice. “Pero lo opuesto también es cierto: [a los representantes de las tribus] les lleva mucho tiempo de sentarse en reuniones y oír para comprender cómo los afectará lo que están diciendo los gestores hídricos estatales”.

Qué sigue

Las renegociaciones venideras “son un punto de inflexión muy importante acerca de cómo los estados de la cuenca y el gobierno federal tratarán la soberanía de las tribus sobre la cuenca de ahora en adelante”, dice Robison, de la Universidad de Wyoming. “Cuando se planee ese proceso, podremos ver hasta qué punto están apartando de nuevo a las tribus a los márgenes. Hasta qué punto los altos cargos federales y de los estados de la cuenca de verdad no tienen intenciones de seguir pateando el asunto”.

Varios organismos hídricos grandes están aportando fondos a la iniciativa Water & Tribes, lo cual es una señal de esperanza para la posible colaboración; algunos de ellos son la Autoridad del Agua del Sur de Nevada, Denver Water, el Distrito de Irrigación de Imperial (CA), el Distrito Metropolitano de Agua del Sur de California y el Proyecto de Arizona Central. Además, The Nature Conservancy y otros grupos ambientalistas han apoyado convocatorias de la WTI.

No queda muy claro cómo las tribus podrían tener una opinión más sustancial en las decisiones acerca del futuro del río. Una propuesta que surgió de las entrevistas de 2019 de la WTI en toda la cuenca es crear un equipo revisor soberano que incluya representantes estatales, federales y tribales, quizás con el complemento de un consejo asesor de representantes de las 29 tribus de la cuenca.

No importa cómo se estructuren las negociaciones, los riesgos son muchos para todas las partes involucradas. Si bien parece haber un compromiso general con el consenso y la colaboración, en el fondo del empeño hay una tensión fundamental. McKinney indica: “Uno de los intereses fundamentales de las tribus es desarrollar y usar sus derechos hídricos. Ese interés parece ser el extremo opuesto de los intereses actuales de los estados de la cuenca y los objetivos del DCP, que se centran en usar menos agua”. Históricamente, el agua que no usaban las tribus terminaba en manos de entidades externas; así, en algunos casos, dichas entidades podían excederse de su asignación. Ahora, en un momento de sequía a largo plazo y cambio climático, hay cada vez menos agua para repartir. “Es evidente”, dice McKinney, “que la cuenca se enfrenta a conversaciones y elecciones complicadas”.

Para muchas tribus, la elección es clara. “Debemos desarrollar nuestros derechos hídricos”, dice Crystal Tulley-Cordova, principal hidróloga del Departamento de Recursos Hídricos del pueblo navajo. “No deberían exigirnos que renunciemos a nuestro desarrollo”.

Uno de los problemas más conflictivos se centra en la posibilidad de que las tribus alquilen el agua a usuarios por fuera de las fronteras de su reserva. Permitir a las tribus alquilar el agua (o no) es una de las fuentes principales de ventaja que tienen los estados individuales sobre las tribus que están dentro de sus fronteras. “Dado que el estado en que se encuentra la reserva administra los derechos hídricos de las tribus, estas deben trabajar con los funcionarios estatales y otros usuarios para hallar soluciones que beneficien a todas las partes y equilibren las necesidades y los intereses”, dice McKinney.

Vigil concuerda, y enfatiza que el derecho de una tribu de hacer lo que quiera con su agua, ya sea usarla para agricultura o desarrollo económico en tierras propias, o alquilarla a otros usuarios, es un axioma clave del principio de autodeterminación codificado en las políticas federales desde los 70. “El núcleo de esto son los conceptos básicos de poder determinar nuestro propio futuro”, dice Vigil. “Y para mí, eso es la soberanía”.

Hallar puntos en común

La WTI ya está ayudando a las tribus a acercarse al tipo de solidaridad que dificultará que cualquier entidad ignore su voz colectiva. Hace poco, 17 dirigentes tribales se unieron para enviar una carta al DOI sobre la próxima etapa de las negociaciones. “Cuando las tribus participan en los debates y acciones importantes sobre el río Colorado, podemos contribuir (como ya lo hemos hecho) con las soluciones creativas necesarias en una época en la que el agua es cada vez más escasa”, decía la carta. “Creemos que la comunicación frecuente, de preferencia cara a cara, es adecuada y constructiva”.

La ‘ley del río’ siempre evoluciona”, dice Holway, del Centro Babbitt.  “Confío en que podremos incorporar mejor las perspectivas y los intereses de una comunidad más amplia en los debates futuros sobre la gestión del río Colorado. Ante una mayor escasez del agua, será esencial contar con una mayor base de partes involucradas. También tengo la esperanza de que podamos ver una voz tribal más fuerte en el Departamento del Interior de los Estados Unidos” (al momento de la publicación, el presidente electo Joe Biden había nominado a la representante Deb Haaland, de Nuevo México, para ser secretaria del interior; Haaland sería la primera nativa de los Estados Unidos en estar a cargo del organismo y la primera secretaria nativa de los Estados Unidos en el gabinete).

Según McKinney, el principio que rige a la WTI es “seguir forjando la cultura de colaboración en la cuenca y centrarse en los puntos en común, crear una sensación de ímpetu al trabajar en el 80 por ciento de los asuntos en los que los dirigentes tribales y otros pueden estar de acuerdo, y luego regresar y abordar esas diferencias”.

Ese enfoque en los puntos en común está ayudando a crear vínculos más fuertes, no solo dentro de las tribus, sino también entre las tribus y la comunidad establecida que gestiona el agua. “Uno de los mejores aspectos de la iniciativa Water & Tribes es que intenta crear una red de gente que puede apoyarse entre sí”, dice Colby Pellegrino. “Es crear un tejido para que la gente pueda cruzar, en vez de una cuerda floja”.

 


 

Matt Jenkins es un escritor independiente que ha colaborado con New York Times, Smithsonian, Men’s Journal y muchas otras publicaciones.

Fotografía: Un miembro de la tribu cocopah examina la antigua zona de pesca de su tribu en el río Colorado. El cambio climático y las sequías intensas están provocando una escasez de agua crítica en toda la cuenca del río Colorado. Crédito: Pete McBride.

 


 

Referencias

Dyer, Jan. 2020. “Practicing Infection Prevention in Isolated Populations: How the Navajo Nation Took on COVID-19”. 17 de agosto. Infection Control Today 24(8). https://www.infectioncontroltoday.com/view/how-the-navajo-nation-took-on-covid-19.

Fradkin, Philip. 1996. A River No More: The Colorado River and the West. Berkeley, CA: University of California Press.

Jenkins, Matt. 2019. “Más allá de la sequía: La búsqueda de soluciones ante el impacto climático sobre un río legendario”. Land Lines. Enero. https://www.lincolninst.edu/publications/articles/beyond-drought.

McCool, Daniel. 2003. Native Waters: Contemporary Indian Water Settlements and the Second Treaty Era. Tucson, AZ: University of Arizona Press.

USBR (Oficina de Recuperación de los Estados Unidos). 2012. Colorado River Basin Water Supply and Demand Study. Washington, DC: Departamento del Interior de los Estados Unidos. https://www.usbr.gov/lc/region/programs/crbstudy/finalreport/index.html.

———. 2018. Colorado River Basin Ten Tribes Partnership Tribal Water Study Report. Washington, DC: Departamento del Interior de los Estados Unidos. https://www.usbr.gov/lc/region/programs/crbstudy/tws/finalreport.html.

WTI (Water & Tribes Initiative). 2020. “Toward a Sense of the Basin”. Missoula, MT: Centro de Recursos Naturales y Políticas Medioambientales de la Universidad de Montana. https://naturalresourcespolicy.org/docs/colorado-river-basin/basin-report-2020.pdf.

 


 

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