Topic: Land Markets

Estimación de los valores de las casas en México

Marco González-Navarro and Climent Quintana-Domeque, April 1, 2010

La información sobre los valores de las casas es fundamental para los investigadores y formadores de políticas interesados en el establecimiento de políticas públicas bien informadas en temas tales como tributación e inversiones de infraestructura. Los métodos de ventas repetidas, como el índice de S&P/Case-Shiller, que se usan comúnmente en los Estados Unidos para estudiar la dinámica de los precios de las casas, no son prácticos en los países en vías de desarrollo, donde los precios declarados de las transacciones de las casas frecuentemente son menores a su valor real, por razones diversas.

Los propietarios de casas también necesitan una referencia confiable para medir el valor de una casa para ayudar en la toma de decisiones personales tales como la jubilación (Lusardi y Mitchell, 2007), el consumo (Campbell y Cocco, 2007), los ahorros (Juster et al. 2005) y la composición de la deuda de la unidad familiar (Disney, Bridges y Gathergood 2006). como para dictar políticas públicas. Se ha demostrado que el valor de una casa es una variable clave en las decisiones de un propietario, por ejemplo en materia de jubilación

Hemos evaluado la fiabilidad de los datos de encuestas de hogares sobre las estimaciones del valor de las casas en México efectuadas por sus propietarios. Argumentamos que, en promedio, las estimaciones de los propietarios de corto plazo tienden a ser razonablemente objetivas y precisas. Las estimaciones de los propietarios sobre el precio de mercado de una propiedad, obtenidas por medio de estas encuestas, pueden ser la manera más conveniente y confiable de efectuar el seguimiento de los precios de las casas bajo ciertas circunstancias.

La valuación de las casas en los Estados Unidos

Todas las encuestas de hogares principales en los Estados Unidos – el censo decenal, el Estudio de Panel sobre Dinámicas de Ingresos (Panel Study of Income Dynamics) la Encuesta de Hogares de los Estados Unidos (American Housing Survey) y la Encuesta de Finanzas del Consumidor (Survey of Consumer Finances)hacen preguntas tales como: “¿Cuánto vale esta propiedad? Es decir, ¿por cuánto cree usted que se vendería esta propiedad si se pusiera a la venta?” El argumento principal a favor de usar este tipo de pregunta sobre la valuación de una casa es que es fácil de recolectar los datos. Pero también es crucial evaluar la fiabilidad de estas valuaciones autoestimadas de las casas.

En Kish y Lansing (1954), se les pidió a propietarios en ciudades estadounidenses que estimaran el valor de mercado de sus casas, y las mismas estimaciones fueron efectuadas más tarde por valuadores profesionales. La conclusión principal fue que el sesgo promedio en las estimaciones de la gente oscilaba alrededor de cero. Es decir, si bien algunas estimaciones individuales podían ser bastante distintas del valor asignado por el valuador, los errores parecían cancelarse al hacer el promedio. Esta fue una conclusión importante para justificar el uso de esta pregunta en grandes encuestas. Cuando los investigadores se concentraron en distintos subgrupos, descubrieron que las estimaciones más precisas del valor de la casa eran las efectuadas por propietarios recientes. No aumentaba la exactitud si el encuestado era jefe de hogar o tenía más educación, ni si el valuador había podido entrar a la propiedad para hacer la valuación.

Usando los mismos métodos y datos similares, Kain y Quigley (1972) confirmaron que los errores en gran medida se compensaban, pero que estaban correlacionados con el nivel socioeconómico del encuestado. Una mayor educación estaba asociada a un menor sesgo positivo en la estimación del propietario. Esta investigación también trató de determinar por qué algunos encuestados no respondían a esta pregunta, y descubrió que aquellos con mayor nivel de ingresos y educación pero menor tiempo de tenencia tenían una mayor probabilidad de proporcionar una estimación del valor de su casa.

Dado que la estimación ideal del precio de mercado de una casa es el precio de venta más reciente, algunos estudios han comparado los datos de venta de transacciones recientes con las estimaciones de los propietarios. Goodman e Ittner (1992), por ejemplo, compararon las estimaciones de los propietarios con los precios de venta subsiguientes de la misma propiedad usando la Encuesta de Hogares de los Estados Unidos de 1985 y 1987. Encontraron que el propietario promedio en los EE.UU. sobreestima el valor de su casa en un 6 por ciento por encima del precio de venta real, y que el error absoluto promedio es de alrededor del 14 por ciento. El error no está relacionado en su mayor parte con las características del propietario, de la casa o del mercado local.

Otro enfoque consiste en comparar las valuaciones tributarias con las autoestimaciones de los propietarios (David, 1968). El problema obvio de usar las valuaciones tributarias es que éstas pueden no estar siempre actualizadas para reflejar las condiciones actuales del mercado, causando una impresión fallida del valor de la vivienda. En general, estos estudios concluyeron que, en promedio, los propietarios en los E.U.A. tienden a sobreestimar el valor de sus casas en alrededor del 5 por ciento. Esta sobrevaluación no está relacionada con las características del propietario o de la casa, sino con la duración de la tenencia de la casa. Llegamos entonces a la conclusión de que se pueden usar las encuestas en forma fiable para obtener, a muy bajo costo, estimaciones razonables de la valuación de las casas en los mercados de vivienda de los EE.UU.

Mercados de vivienda en países en vías de desarrollo

En los países desarrollados, el acceso al suelo ocurre principalmente por medio de compras formales, mientras que en los países en vías de desarrollo es bastante común que una porción sustancial del crecimiento urbano ocurra en terrenos ocupados informalmente, especialmente por parte de los grupos de bajos ingresos. Los habitantes se pueden organizar para invadir tierras estatales, áreas protegidas y hasta propiedades privadas. Cuando los tribunales hayan establecido la ilegalidad de tales actos, muchas veces ya habrá algún político a quien le conviene brindar protección y servicios a los invasores a cambio de votos y respaldo político, en vez de desalojarlos de los suelos ocupados ilegalmente.

En algunos casos, los gobiernos locales expropian la tierra para después transferirla a sus electores. Aquellos que adquieren su propiedad en estas condiciones tienen más dificultad para determinar el valor monetario de la propiedad, ya que no pagaron inicialmente por ella. Y en ocasiones, la propiedad no se puede vender fácilmente, ya que no tiene un título válido.

Otra característica distintiva de los mercados de vivienda en los países en vías de desarrollo es la gran proporción de casas construidas por sus propietarios. La preponderancia de viviendas autoconstruidas, en vez de ser erigidas por compañías de construcción especializadas, ocurre porque el sistema financiero está subdesarrollado y los préstamos hipotecarios no existen o son muy caros. Las familias adquieren una vivienda construyéndola con sus propias manos durante un período prolongado de tiempo.

La falta de desarrollo de los mercados hipotecarios puede obligar a las familias a usar métodos de construcción ineficientes, porque la casa se construye por etapas, usando los materiales de construcción que ellos puedan solventar y tengan a su disposición en ese momento. Estas restricciones pueden dar lugar a costos de construcción innecesariamente altos, así como también a prácticas de construcción no reguladas e ineficientes. Si la gente estima el valor de su casa como la suma de los gastos incurridos para construirla, aquellos propietarios que se encuentran en zonas donde no haya acceso a los préstamos hipotecarios probablemente avalúen sus casas autoconstruidas a un valor más alto.

La autoconstrucción también puede influir el acceso a información sobre el valor actual de mercado de dicha propiedad. Los proyectos inmobiliarios desarrollados por compañías de construcción generalmente tienen un mayor grado de homogeneidad, de manera que las ventas en el barrio generan información sobre el valor actual de las propiedades circundantes. Cuando una casa es autoconstruida, este canal de información desaparece, porque las casas construidas de esta manera no representan adecuadamente el valor de otras casas en el barrio.

Jiménez (1982) ha proporcionado uno de los pocos estudios sobre los valores de las casas en un país en vías de desarrollo. Usando datos de un barrio pobre en las Filipinas, encontró que los valores medios de las estimaciones respectivas del propietario y del valuador no se pueden distinguir estadísticamente. Su muestra de las Filipinas se compara bien con los resultados de Kain y Quigley (1972) para St. Louis, Missouri, en cuanto a las diferencias de las valuaciones promedio. No obstante, para estimaciones individuales, Jiménez encontró que el valor absoluto promedio de las diferencias entre la valuación del propietario y la del valuador es aproximadamente un 55 por ciento de la valuación media, mientras que la cifra comparable para Kain y Quigley es de aproximadamente el 20 por ciento.

Encuestas de hogares y datos de valuación

Nuestro análisis usa datos de una encuesta de hogares y valuaciones de las mismas casas efectuadas por un valuador que también es corredor inmobiliario. La encuesta, realizada entre mediados de febrero y mediados de marzo de 2006, incluyó aproximadamente 1.200 viviendas en las afueras de la ciudad de Acayucán, en el estado de Veracruz, en el centro de México. Las casas de la muestra se encontraban en los distritos más pobres de la ciudad, donde las calles no estaban pavimentadas y muchas casas no contaban con servicios vitales de agua y alcantarillado. La casa promedio de la muestra tenía 2,5 cuartos. Sólo el 63 por ciento de las viviendas tenían un baño interno, y el 60 por ciento tenían un techo de placas metálicas, amianto u hojas de palma. Además, el 12 por ciento de los propietarios reportaron que no tenían un título de propiedad.

Las familias entrevistadas fueron propietarios-ocupantes, no inquilinos, y la mayoría vivía en viviendas pequeñas de un solo piso, en lotes bien demarcados. Una de las preguntas de la encuesta fue: “¿ Por aproximadamente cuánto dinero cree usted que se vendería esta casa actualmente?” El propietario promedio estimó que el valor de su casa era $19.948, mientras que la valuación promedio fue de sólo $12.123 (en dólares estadounidenses de 2006). La diferencia de las medianas, si bien mucho menor ($1.545) y la diferencia del logaritmo de las medias también son significativas en ambos casos. (Para una descripción detallada de la encuesta, véase González-Navarro y Quintana-Domeque [2007, 2008].)

La otra fuente de datos son las valuaciones de las casas efectuadas por un valuador profesional y agente de bienes raíces. Al hacer que una sola persona realice todas las valuaciones, se reducen los riesgos de decisiones subjetivas y el uso de distintas prácticas de valuación. El valuador visitó una de cada dos casas donde sus residentes habían sido entrevistados, y las valuaciones se realizaron a más tardar dos meses después de la encuesta de hogares, reduciendo así la preocupación sobre la posibilidad de inflación o volatilidad en los precios de las casas.

En las encuestas completadas, la tasa de respuesta para la pregunta sobre la estimación del propietario del valor de la casa fue de aproximadamente el 74 por ciento. Una de las ventajas importantes del procedimiento en dos etapas del estudio es la posibilidad de investigar las valuaciones de las casas del 26 por ciento de los encuestados que no respondieron a la pregunta sobre el valor de su casa. Por lo tanto, a diferencia de cualquier estudio anterior, podemos investigar si la falta de respuesta a la pregunta por parte del propietario está relacionada con el valor de la casa medido por el valuador.

Encontramos evidencia de que la valuación promedio de una casa es igual tanto para los encuestados que proporcionaron una estimación del valor de su casa como para los que no lo hicieron. Además, la edad, sexo, ser o no jefe de familia, y poseer o no un título y tenencia de la propiedad no estuvieron correlacionados con la probabilidad de respuesta. Esto sugiere que los propietarios que no proporcionaron una estimación del valor de su casa son un subconjunto aleatorio de la muestra. Esta es una conclusión importante si se van a utilizar las valuaciones de los propietarios en otros estudios para estimar los precios promedio de las casas en países en vías de desarrollo.

Suponemos que el valor determinado por el valuador es muy cercano al valor de mercado de la casa. También creemos que es razonable interpretar que la discrepancia entre los valores de las casas obtenidos de los propietarios y los del valuador se debe a percepciones equivocadas sobre el valor de mercado por parte del propietario. Hay varias razones que justifican dicha interpretación. Primero, el valuador hace una estimación más precisa que los propietarios sobre el tamaño del lote (uno de los determinantes más importantes del valor de una casa). Segundo, el valuador parece inferir otras características de la vivienda con precisión. Tercero, es más probable que el valuador tenga conocimiento de los factores de mercado que influyen en la valuación de las casas en la ciudad.

La relación entre las estimaciones del propietario y el valuador

La tabla 1 (ver anexo) muestra el grado de error promedio y la falta de precisión o exactitud en las estimaciones de los propietarios para varias submuestras. Como en estudios previos, los resultados se muestran para distintas medidas de sesgo (la diferencia entre el valor de la casa estimado por el propietario y el valuador, y la diferencia porcentual con respecto a la estimación del valuador) e inexactitud (la diferencia absoluta y la diferencia porcentual absoluta).

Considerando a todos los propietarios de la muestra, la diferencia promedio entre la estimación del propietario y la valuación es de alrededor de $7.800, indicando que los propietarios tienden a sobreestimar el valor de sus casas. La diferencia porcentual de las medias es el 124% de la valuación. En cuanto a la falta de exactitud o precisión, la diferencia absoluta de las medias es aproximadamente de $13,500, reflejando cuán distintas son las estimaciones del valuador de las del propietario. En promedio, los propietarios de la muestra tienen una expectativa demasiado alta del valor de su casa.

Estos resultados se contraponen a la evidencia disponible para los Estados Unidos y las Filipinas. Tanto Kain y Quigley (1972) en St.Louis y Jiménez (1982) en las Filipinas reportan una diferencia porcentual de las medias de menos del 0, 5 por ciento. En términos de precisión, encontramos también que los resultados son muy distintos. En nuestra muestra, la diferencia porcentual absoluta se estima en más del 150 por ciento, mientras que en las Filipinas es de aproximadamente el 55 por ciento y en St. Louis el 20 por ciento. Por otro lado, los resultados de error e inexactitud para propietarios con tenencia reciente (menos de dos años) son estadísticamente cercanos a cero. El mismo resultado se obtiene para el error porcentual de la media, y el error porcentual absoluto se reduce en más del 50 por ciento.

Como se mencionó anteriormente, una de las diferencias entre los mercados de viviendas desarrollados y subdesarrollados es la falta de construcción de viviendas por firmas especializadas y la falta de información acerca de la distribución de los precios de las viviendas en estos últimos. La última columna de la tabla 1 identifica el conjunto de casas construidas, en vez de autoconstruidas. Para este subgrupo, el error medio y el error porcentual medio no son estadísticamente distintos de cero, mientras que el error porcentual absoluto (33 por ciento) es el menor de los cuatro grupos. Esto puede sugerir que los propietarios de casas autoconstruidas proporcionan estimaciones con un sesgo positivo porque la autoconstrucción gradual a lo largo del tiempo es más cara que comprar una casa ya construida.

Determinantes del sesgo individual y la inexactitud

Los resultados sugieren que el sesgo e inexactitud en las estimaciones de los propietarios se pueden atribuir a la tenencia a largo plazo. En González-Navarro y Quintana-Domeque (2009), demostramos que ni la discrepancia en la estimación del tamaño del lote ni las características socioeconómicas del encuestado parece estar correlacionadas con el error o la falta de precisión en las estimaciones de los propietarios. Sólo la tenencia está correlacionada significativamente con el sesgo y la falta de precisión.

Dados estos resultados, estimamos a continuación los valores promedio de las casas a nivel de distritos censales para estudiar el desempeño del valor autoestimado en función de la longitud de la tenencia. Como argumentamos anteriormente, el valor autoestimado por los propietarios de tenencia breve proporciona una estimación más exacta del valor promedio de las casas. Una cuestión importante al incluir solamente a los propietarios recientes es que el tamaño de la muestra es chico. La tabla 2 (ver anexo) muestra que las dos medidas de sesgo (la diferencia de las medias y la diferencia porcentual de las medias) para propietarios de tenencia breve proporcionan una estimación menos distorsionada del valor medio de las casas, como también las medidas de diferencia absoluta de las medias y la diferencia porcentual absoluta de las medias.

Si bien hemos hecho todo el esfuerzo posible por obtener precios de mercado para confirmar las valuaciones profesionales, esta búsqueda resultó esquiva. Este hecho resalta la importancia de evaluar la fiabilidad de los valores autoestimados de las casas en los países en vías de desarrollo, donde los valores de mercado estimados por los propietarios parecen ser la medida más accesible del valor de las casas.

Conclusión

En nuestra muestra, el sesgo de valuación asociado con una tenencia más prolongada es positivo, confirmando los resultados de varios estudios en los EE.UU. efectuados con casas recientemente vendidas. Nuestra conclusión principal es que el sesgo debido al período de tenencia es potencialmente mucho mayor en el contexto de un país en vías de desarrollo. Los propietarios de tenencia prolongada sobreestiman, en su mayoría, el valor de sus casas, con un error porcentual absoluto de la media del orden del 150 por ciento. Por otro lado, las familias con una tenencia de dos años o menos realizan estimaciones razonablemente exactas y objetivas del valor de sus casas. Un grupo de casas similares construidas por una firma de construcción especializada muestra un sesgo nulo y estimaciones mucho más precisas que las de otros subgrupos.

Encontramos que la falta de respuesta a la pregunta sobre el valor de la casa no está correlacionada con su valuación y otras características demográficas del propietario. Esto sugiere que se pueden obtener estimaciones objetivas del valor promedio de grupos de casas por medio de encuestas de hogares. Además, el sesgo y la inexactitud no tienen una correlación pronunciada con las características socioeconómicas, como los ingresos familiares o el nivel de educación del encuestado.

En resumen, los resultados de este estudio advierten contra el uso de las estimaciones de los propietarios para hacer un análisis de conducta individual, pero sugieren que estas estimaciones se pueden usar como una aproximación razonable de los valores medios de grupos de casas. Si el objetivo es estimar el valor medio de la casa, las respuestas de los propietarios con un periodo corto de residencia se podrían usar exitosamente en encuestas futuras realizadas en países en vías de desarrollo.

Sobre los autores

Marco González-Navarro es Robert Wood Johnson Scholar de Investigación sobre Políticas de Salud en la Universidad de California, Berkeley. Recibió su doctorado en economía de la Universidad de Princeton.

Climent Quintana-Domeque es profesor asistente del Departamento de Economía de la Universidad de Alicante, España. Recibió su doctorado en economía de la Universidad de Princeton.

Referencias

Campbell, J.Y. and Cocco, J.F. 2007. How do house prices affect consumption? Evidence from micro data. Journal of Monetary Economics 54(3): 591–621.

David, E. L. 1968. The use of assessed data to approximate sales values of recreational Property. Land Economics 44(1): 127–129.

Disney, R., Bridges, S. and Gathergood, J. 2006. Housing wealth and household indebtness: Is there a household ‘Financial Accelerator’? Manuscrito no publicado. Nottingham, UK: University of Nottingham.

Gonzalez-Navarro, M. and Quintana-Domeque, C. 2007. Description of the Acayucan Standards of Living Survey. Unpublished manuscript. Princeton, NJ: Princeton University.

———. 2009. The reliability of self–reported home values in a developing country context. Journal of Housing Economics 18(4): 311–324.

Goodman, J.L. and Ittner, J.B. 1992. The accuracy of homeowners’ estimates of house value. Journal of Housing Economics 2(4): 339–357.

Jimenez, E. (1982) The value of squatter dwellings in developing countries. Economic Development and Cultural Change 30(4): 739–752.

Juster, F.T., Lupton, J.P., Smith, J.P., and Stafford F. 2005. The decline in household saving and the wealth effect. Review of Economics and Statistics 87(4): 20–27.

Kain, J.F. and Quigley, J.M. (1972) Note on owner’s estimate of housing value. Journal of the American Statistical Association 67(340): 803–806.

Kish, L. and Lansing, J.B. 1954. Response errors in estimating the value of homes. Journal of the American Statistical Association 49(267): 520–538.

Lusardi, A. and Mitchell, O.S. 2007. Baby boomers retirement security: The role of planning, financial literacy and housing wealth. Journal of Monetary Economics 54(1): 205–224.

Granjas urbanas en los fideicomisos de suelo comunitarios (CLT)

Jeffrey Yuen, April 1, 2014

A pesar de la creciente popularidad de la agricultura urbana, muchas granjas urbanas siguen enfrentando el desafío de la inseguridad respecto de la posesión del suelo y de políticas públicas demasiado restrictivas. Algunos investigadores y responsables de diseñar políticas han identificado la necesidad de un marco actualizado para este movimiento que apoye a los granjeros urbanos en temas relacionados con las reglamentaciones sobre el uso del suelo, zonificación e impuestos a la propiedad. Los fideicomisos de suelo comunitarios (CLT, por sus siglas en inglés) se dedican a apoyar este tipo de estructura, ya que su abordaje del uso del suelo tiene que ver con ejercer un control a nivel local que fomente el activismo y la participación comunitaria, a la vez que responden a las condiciones del mercado y las necesidades de los barrios en constante evolución.

El estado de la agricultura urbana

El término “agricultura urbana” se refiere tanto a las actividades comerciales como no comerciales que se llevan a cabo dentro de un centro urbano o cerca del mismo con el fin de elaborar productos alimenticios o no para su utilización en un área urbana (Mougeot 2000). Aunque las granjas urbanas y las huertas comunitarias son, por lo general, la cara visible de la agricultura urbana, los espacios de cultivo a pequeña escala y los huertos que se encuentran en los jardines traseros de las casas también representan una parte significativa de la producción.

La agricultura urbana ha permitido a las comunidades obtener diferentes tipos de beneficios ambientales, económicos y sociales, tales como una mejor alimentación, una mayor seguridad en el abastecimiento de alimentos, la restauración ecológica, la creación de espacios abiertos y oportunidades de educación y capacitación en habilidades para el trabajo (Bellows, Brown y Smit 2004; Kaufman y Bailkey 2000; Smit, Ratta y Nasr 1996). Las granjas urbanas tienen además la capacidad única de unir diferentes tipos de poblaciones, generar un capital social y promover la atribución de responsabilidades mediante la construcción de la comunidad (Staeheli y otros 2002). En las ciudades tradicionales (es decir, aquellos antiguos centros industriales que han sufrido el impacto de la pérdida continua de empleo y población y los consiguientes cambios económicos, sociales y políticos), la agricultura urbana se ha utilizado en gran manera como una herramienta de desarrollo tanto provisional como permanente a fin de fortalecer la cohesión social y catalizar el progreso en barrios que carecen de inversión. El proceso de convertir lotes vacantes y abandonados en espacios para cultivo puede resultar una estrategia relativamente rápida y económica que produzca un gran impacto visible y mejore la seguridad pública.

A raíz de los mencionados beneficios en diversas áreas, la agricultura urbana ha gozado de un renacimiento como movimiento social. En los últimos años, algunas ciudades y municipios han actualizado sus políticas públicas con el fin de apoyar en mayor medida las prácticas agrícolas urbanas. No obstante, este movimiento presenta sus propios desafíos, tales como la preocupación en cuanto a la seguridad ambiental y la seguridad en la posesión del suelo (Brown y otros 2002). En particular, la inseguridad en cuanto al suelo es el motivo de preocupación más citado como el mayor obstáculo para la implementación y sustentabilidad de las granjas urbanas (Lawson 2004; Yuen 2012). Según una encuesta nacional realizada en 1998 a más de 6.000 granjas urbanas, el 99,9 por ciento de los horticultores consideraban el tema de la posesión del suelo como un desafío y, a la vez, como un elemento vital para el éxito futuro del movimiento (ACGA 1998).

En estos casos, la inseguridad en cuanto al suelo surge cuando el costo de los terrenos a precio de mercado excede los ingresos derivados de las actividades agrícolas. Básicamente, la mano escondida del mercado hace presión sobre la asignación de terrenos según el mejor y óptimo uso que se le pueda dar. Debido a dicha conceptualización dominante, los planificadores y responsables de diseñar políticas históricamente han considerado la agricultura urbana como una medida provisional para mantener un lugar en actividad hasta que se puedan desarrollar usos mejores y óptimos. Sin embargo, los académicos señalan que las granjas urbanas pueden producir muchos efectos secundarios positivos relacionados con la salud pública y el bienestar de la comunidad, y que resulta difícil monetizar dichos beneficios (Schmelzkopf 1995). Las valuaciones de cambio tradicionales relacionadas con el suelo casi nunca reflejan los aportes que realizan las huertas comunitarias a la educación sobre alimentación saludable y al bienestar físico de los residentes. Esta desconexión entre el valor social y los valores de mercado ha sido el impulso para intervenciones tanto públicas como privadas.

En general, los gobiernos municipales responden comprando parcelas de terrenos agrícolas urbanos, aislándolas así de las fuerzas especulativas del mercado y evitando su inclusión en los registros tributarios. Aunque este abordaje del sector público ha sido sumamente importante, a veces no logra otorgar una seguridad a largo plazo, especialmente cuando los cambios administrativos en los gobiernos municipales dan como resultado modificaciones en las prioridades y estrategias, tal como ocurrió en 1999 cuando el alcalde de la Ciudad de Nueva York, Rudy Giuliani, propuso subastar 850 huertas comunitarias de toda la ciudad. Por lo tanto, los investigadores se han enfocado en la necesidad de buscar estrategias alternativas que puedan complementar las medidas llevadas a cabo por el sector público a fin de apoyar la seguridad del suelo para la agricultura urbana.

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Recuadro 1: Encuesta 2012 de CLT en los Estados Unidos de América

En el otoño de 2012, la Red Nacional de Fideicomisos de Suelo Comunitarios (NCLTN), junto con el Lincoln Institute of Land Policy, encargó realizar un estudio de proyectos comerciales y agrícolas urbanos llevados a cabo por CLT en los EE.UU. (Rosenberg y Yuen 2012). Mediante este estudio, se analizó el papel que representan los CLT al implementar proyectos no residenciales y se evaluaron los beneficios y desafíos derivados de dichos proyectos. Los investigadores distribuyeron una encuesta por Internet a las 224 organizaciones que aparecen en la base de datos de la NCLTN: 56 CLT (25 por ciento) respondieron el cuestionario y 37 CLT informaron que se dedicaban a actividades agrícolas. Se seleccionaron 12 CLT para recopilar información más detallada, lo cual mostró una variedad de proyectos con diferentes niveles de éxito en distintos lugares. Para levantar los datos se utilizó un enfoque de estudio de casos, mediante la recopilación de documentos organizacionales y fuentes secundarias, así como también entrevistas al personal de las CLT. El documento de trabajo definitivo tiene su sustento en otro recurso conformado por un listado de proyectos que resalta los proyectos y organizaciones involucradas en el estudio (Yuen y Rosenberg 2012).

En el presente artículo tomamos en cuenta dicha investigación a fin de analizar los beneficios, desafíos y consideraciones derivadas de las actividades agrícolas urbanas llevadas a cabo por las CLT. Además, se examina de qué manera dichas intervenciones son capaces de apoyar las actividades integrales de desarrollo comunitario, particularmente en las ciudades tradicionales.

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Los CLT como marco para la agricultura urbana

Un CLT es una sociedad anónima comunitaria sin fines de lucro cuyos miembros provienen del mismo lugar, posee un directorio elegido democráticamente y tiene un compromiso con fines benéficos basado en el uso y la administración del suelo a favor de la población local. Los CLT, por lo general, conservan la propiedad permanente del suelo y lo arriendan a personas u organizaciones que tienen la propiedad sobre las mejoras del suelo, tales como viviendas, edificios comerciales e instalaciones agrícolas o recreativas. El modelo del CLT ofrece una forma de conservar la propiedad del suelo administrada por y para la comunidad, por lo que el mejor u óptimo uso de la propiedad puede permanecer definido y controlado por la comunidad y puede adaptarse a las condiciones cambiantes.

Aunque en las últimas décadas los CLT se han enfocado en el desarrollo y la administración de viviendas accesibles económicamente, el movimiento se originó en respuesta a ciertos problemas relacionados con los terrenos con fines agrícolas en el área rural de Georgia durante la década de 1960. Otras influencias aun anteriores son los kibutz en Israel, los barrios Gramdan en la India y las ciudades jardín de Ebenezer Howard (Davis 2010). La solidez del modelo del CLT se fundamenta en su capacidad de equilibrar el control del suelo a nivel local y el desarrollo administrado a largo plazo que trata las necesidades de la comunidad siempre cambiantes. Así, los CLT se encuentran en la mejor posición para abordar diferentes usos del suelo mediante estrategias de desarrollo integrales. Las ciudades tradicionales son, tal vez, las más aptas para la participación de un CLT, ya que la disponibilidad generalizada de suelo vacante ha dado como resultado un floreciente movimiento agrícola urbano, aunque el énfasis sea menor respecto a la seguridad del suelo a largo plazo.

Nuestra investigación encontró que los CLT había dado apoyo a los proyectos de agricultura urbana de tres formas diferentes: garantizando el acceso al suelo para fines agrícolas, proporcionando apoyo programático y participando directamente en la producción de alimentos.

Cómo garantizar el acceso al suelo para fines agrícolas

Las competencias fundamentales de los CLT se prestan mejor a la tarea de acceder a espacios con fines agrícolas. Una de las misiones centrales de los CLT es garantizar el acceso al suelo para oportunidades de desarrollo comunitario. Con el fin de llevar a cabo esta tarea, los CLT han utilizado diversos tipos de posesión del suelo, tales como la propiedad en pleno dominio, el arrendamiento de terrenos, las servidumbres y las restricciones en los títulos de propiedad (tabla 1). Estos tipos de acuerdo no se excluyen mutuamente: las organizaciones pueden emplear diferentes técnicas con el fin de garantizar el acceso al suelo tanto dentro de un mismo proyecto agrícola como para diferentes proyectos.

Propiedad en pleno dominio

La propiedad en pleno dominio permite al CLT conservar la mayor cantidad de derechos de propiedad y brinda un alto nivel de seguridad en cuanto al suelo, siempre que cumpla con todos los pagos de hipotecas y obligaciones fiscales. Por ejemplo, Dudley Neighbors Incorporated (DNI), un CLT de Roxbury, Massachusetts, llevó a cabo el redesarrollo de un sitio contaminado donde anteriormente funcionaba un taller mecánico de automóviles para transformarlo en el vivero Dudley de 930 metros cuadrados, que funciona como una granja comercial y, a la vez, como un espacio de cultivo comunitario. DNI obtuvo la seguridad del terreno mediante la propiedad en pleno dominio, y arrienda la estructura del vivero a una tasa nominal a una entidad alimentaria sin fines de lucro que administra la totalidad de la programación y el mantenimiento agrícola. Harry Smith, director de sustentabilidad y desarrollo económico de DNI, señala: “El cultivo de alimentos es algo totalmente diferente, por lo que no intentamos encargarnos de esa tarea”.

Arrendamiento del terreno

Aunque la propiedad en pleno dominio es una herramienta simple y con un nivel de seguridad alto, por lo general resulta demasiado costosa para que los CLT puedan comprar suelo urbano directamente para la producción de alimentos. En vista de este desafío, algunos CLT han utilizado el arrendamiento de terrenos para tener acceso al suelo con fines agrícolas. Por ejemplo, el CLT de Southside (SCLT) posee un contrato de alquiler por 10 años con el estado de Rhode Island sobre una granja de 8 hectáreas en Cranston. A su vez, el CLT de Southside administra la granja en calidad de arrendatario principal y subarrienda lotes a siete granjeros noveles a tasas nominales. Debido a que el arriendo del terreno es accesible y seguro, se generan oportunidades para que los jóvenes granjeros puedan comenzar sus incipientes negocios y participar en el sistema de producción de alimentos local. Un contrato de arrendamiento de terrenos sólido que presente rigurosos estándares de rendimiento y condiciones de renovación puede proporcionar una seguridad igual o mayor que una propiedad en pleno dominio. No obstante, los arrendamientos de terrenos a largo plazo pueden resultar difíciles de elaborar e implementar, especialmente cuando la entidad que posee el título de propiedad tiene la intención de establecer una flexibilidad a largo plazo.

Servidumbres de conservación

Los CLT también garantizan el acceso al suelo mediante servidumbres de conservación o restricciones voluntarias que limitan de forma permanente el uso que se puede dar al suelo. Por lo general, el CLT posee una servidumbre donada por un propietario particular. Este propietario particular conserva el título de propiedad y hasta puede vender los terrenos a un tercero sin comprometer la seguridad del suelo, ya que la servidumbre de conservación garantiza el acceso a largo plazo al espacio con fines agrícolas. Las servidumbres también pueden reducir la carga administrativa del propietario, ya que el receptor de la servidumbre por lo general brinda servicios de administración del suelo como parte del intercambio. Esta estrategia puede beneficiar económicamente a los propietarios, quienes reciben beneficios fiscales tanto a nivel federal como municipal por donar servidumbres de conservación. Aunque las servidumbres pueden efectivamente garantizar el acceso al espacio con fines agrícolas, el costo legal puede llegar a ser muy alto, especialmente en lo que respecta a las parcelas más pequeñas.

Restricciones en el tÍtulo de propiedad

Las restricciones en el título de propiedad pueden limitar efectivamente los usos del suelo y, por lo general, están relacionadas con fuentes de financiamiento específicas. Aunque una restricción en el título de propiedad puede garantizar que el suelo se reserve para un uso específico, no necesariamente ofrece al granjero o agricultor particular una posesión segura. Además, las restricciones en el título de propiedad son efectivas sólo cuando todas las partes y agentes externos deciden poner en vigencia el contrato. Cada uno de los diferentes acuerdos de posesión del suelo posee ventajas y desventajas relativas, por lo que la mejor manera de utilizarlos es en el contexto de un proyecto específico. Por ejemplo, en Wisconsin, el CLT del área de Madison tuvo que otorgar una restricción en el título de propiedad a la ciudad de Madison como condición para recibir fondos destinados al desarrollo de uso mixto Troy Gardens. La restricción en el título de propiedad se estableció sobre una parte del terreno para limitar su uso a los proyectos agrícolas y de conservación. Sin embargo, si el CLT no cumpliera con los términos de la restricción en el título de propiedad, esto desencadenaría la inmediata devolución de la totalidad del subsidio otorgado por la ciudad.

Apoyo mediante programas

Debido a que la tarea de garantizar el acceso al suelo con fines agrícolas puede presentar muchos desafíos, tal vez no sea el emprendimiento adecuado para cualquier organización o comunidad. Algunos CLT han apoyado las tareas agrícolas urbanas de otras maneras, tales como la gestión de programas, la asistencia técnica y otros servicios de índole agrícola. Por ejemplo, en Georgia, el Athens Land Trust es un fideicomiso de suelo con una doble misión —viviendas y espacio abierto— que se ha involucrado en la agricultura urbana exclusivamente a través de un programa de apoyo. El Athens Land Trust decidió aceptar este rol debido a los altos costos de propiedad asociados a las políticas sobre el impuesto a la propiedad vigentes en Georgia, según las cuales el suelo de un CLT se valúa al valor de mercado sin restricciones. El Athens Land Trust se asocia con propietarios del sector público y privado a fin de proporcionar apoyo para proyectos agrícolas a nivel local. Por ejemplo, el personal del Athens Land Trust trabajó junto con la congregación de la iglesia bautista Hill Chapel a fin de diseñar una huerta comunitaria en terrenos de propiedad de la iglesia, y brindó servicios de apoyo tales como prueba y cultivo del suelo, organización del cronograma de trabajo y entrega de materiales sobre plantas y realización de talleres educativos sobre horticultura.

Producción agrícola

Finalmente, algunos CLT han participado en la producción agrícola mediante el cultivo directo y activo del suelo. Por ejemplo, el CLT de Southside administra una granja comercial de 3 kilómetros cuadrados en Providence, Rhode Island, donde se cultivan y venden verduras directamente a los restaurantes de la zona. Muchos CLT también apoyan la producción agrícola de forma indirecta, entregando propiedades residenciales a personas que cultivan productos alimenticios en las huertas de sus patios traseros. De esta manera, sin saberlo, muchos CLT han apoyado la agricultura urbana durante años, simplemente por haber proporcionado un acceso económico y seguro a terrenos cultivables en las ciudades. Algunos grupos, como DNI, diseñan específicamente lotes de propiedad residencial de mayores dimensiones a fin de ofrecer la oportunidad de plantar huertas urbanas en los patios traseros. Harry Smith, de DNI, explica: “A medida que realizábamos nuestra planificación comunitaria, la gente dejó muy claro que quería ver espacios abiertos y que se tuviera en cuenta la calidad de vida de los residentes. Estamos tratando de incorporar [la agricultura] a las propias viviendas”. De esta manera, la producción agrícola del CLT también puede abarcar características innovadoras de diseño, tales como huertas, agroforestería y otros conceptos derivados de la permacultura que se incorporan de manera intencional y sistemática en el plan de desarrollo.

Beneficios de la agricultura urbana sustentada por los CLT

En última instancia, según nuestro estudio, se han observado beneficios mutuos entre la agricultura urbana y los CLT. Las granjas urbanas aumentan el valor de los CLT, ya que ayudan a las organizaciones a expandir su visión de desarrollo hacia necesidades y prioridades más integrales de los barrios. Todas las comunidades tienen diferentes necesidades además de la necesidad de viviendas accesibles, por lo que los proyectos agrícolas pueden generar conexiones a otros problemas clave, como la seguridad en el abastecimiento de alimentos, la educación en temas de salud, la recuperación de terrenos vacantes y la seguridad de los barrios. Los proyectos agrícolas, además, pueden considerarse atracciones del barrio, lo que puede aumentar la demanda de propiedades o viviendas de CLT de los alrededores en el mercado convencional. Por ejemplo, Church Community Housing Corporation (CCHC) desarrolló el proyecto de granjas de Sandywoods en Tiverton, Rhode Island, que incluye diferentes tipos de programas de viviendas, agricultura y artísticos. Al principio, CCHC comercializó el desarrollo solamente como una comunidad artística, pero los posibles residentes expresaron un fuerte interés en las huertas comunitarias y en la preservación de terrenos agrícolas. En consecuencia, CCHC renombró el proyecto como un desarrollo “artístico y agrícola”. Brigid Ryan, gerente principal de proyectos de CCHC, explica: “La agricultura ha despegado mucho más de lo que hubiéramos pensado. La huerta realmente atrae a algunas personas [a las unidades de vivienda para arrendar]. Nunca pensaron que sus hijos serían capaces de cultivar sus propios alimentos”.

En el vivero Dudley de DNI también se observaron conexiones beneficiosas entre la agricultura y la vivienda. Harry Smith, de DNI, señala: “El proyecto realmente ayuda a la comercialización de nuestras viviendas. Las personas no sólo obtienen una vivienda sino también una comunidad que está basada en alimentos frescos cultivados en el lugar”.

Desafíos de la agricultura urbana sustentada por los CLT

A pesar de los beneficios, los CLT que implementan proyectos agrícolas todavía enfrentan muchos desafíos. En particular, la rentabilidad económica continúa siendo una de las principales luchas en todo el sector de la agricultura urbana, ya que los ingresos generados por las ventas de productos son relativamente modestos, aun en los establecimientos comerciales. El CLT de Southside cubre solamente el 8 por ciento de sus gastos operativos a través de la venta comercial de sus productos a restaurantes locales. Gracias a otras fuentes de ingresos, tales como las cuotas de membresía y las ventas de plantines, los ingresos del CLT sólo llegan a cubrir el 20 por ciento de sus gastos. Los CLT siguen dependiendo en gran manera de los subsidios para poder compensar la diferencia entre costos y beneficios.

Un segundo posible desafío tiene que ver con que algunos proyectos requieren un alto nivel de conocimientos agrícolas, por lo que pueden poner a prueba la capacidad y la experiencia del personal del CLT. Incluso Athens Land Trust, que posee un personal con experiencia en la preservación de suelos agrícolas y técnicas de cultivo, reconoció las dificultades que tuvo al principio para aprender los detalles específicos derivados de los códigos de zonificación municipal relacionados con la agricultura comercial. Como resultado, algunos proyectos principales del CLT tuvieron que demorarse hasta que se encontraran soluciones de zonificación que funcionaran. El riesgo es aun mayor para aquellos proyectos agrícolas comerciales que requieren un gran nivel de comprensión de los sistemas de procesamiento y distribución y de las condiciones del mercado local. Por ejemplo, en la granja Sandywoods, CCHC había planificado inicialmente utilizar el suelo de cultivo preservado para la alimentación del ganado. Sin embargo, finalmente se enteraron de que el único matadero de ganado de Rhode Island había cerrado. El matadero más cercano se encontraba cruzando la frontera, en Massachusetts, por lo que el procesamiento de carne resultaba demasiado costoso. Brigid Ryan, gerente principal de proyectos de CCHC, señala: “Cuando uno debe aprender acerca de estos sectores especializados, resulta muy importante conseguir socios que sepan de lo que están hablando”. Debido a los desafíos y posibles inconvenientes, los CLT deben considerar las siguientes cuestiones a fin de mejorar la factibilidad y sustentabilidad de los proyectos agrícolas.

Participación de la comunidad

En su calidad de organización basada en la comunidad, el impulso de un CLT debería estar determinado siempre por las necesidades y preocupaciones del barrio. No obstante, resulta particularmente vital que existan sólidos procesos de planificación comunitaria para que la agricultura urbana sea exitosa, y en estas planificaciones los CLT por lo general dependen de los residentes y socios locales para llevar a cabo la producción agrícola. Harry Smith, de DNI, hace hincapié en este punto: “Diría que el trabajo de un CLT no consiste sólo en administrar las propiedades y obtener más terrenos para el fideicomiso, sino también en involucrar realmente a la comunidad en lo que esta desea además de la vivienda, ya sean emprendimientos comerciales, un vivero o terrenos de cultivo”. Además, la participación de un CLT en proyectos agrícolas puede catalizar mayores medidas de organización de la comunidad y ayudar a los residentes a hacer presión para exigir más políticas públicas de apoyo.

Evaluación de la organización

Los CLT pueden apoyar los proyectos no residenciales de diferentes maneras, y las organizaciones deberían evaluar sistemáticamente sus capacidades internas, así como también a las partes interesadas que podrían llegar a ser posibles socios en los proyectos. De esta manera, los CLT pueden generar colaboraciones complementarias y desarrollar aún más los activos y capacidades existentes en la comunidad. Si el CLT carece de experiencia en temas de cultivo, bien puede apoyar la agricultura urbana en otras formas a fin de alinearse en mayor medida con los socios locales, por ejemplo, garantizando el acceso al suelo, ayudando a desarrollar los códigos de zonificación agrícola urbana o actuando en calidad de agente fiscal en lo relacionado con los subsidios.

Gestión de riesgos

Los CLT deberían minimizar su riesgo económico en los proyectos agrícolas, especialmente en vista de los modestos ingresos y la futura incertidumbre en cuanto a la obtención de subsidios para la producción de alimentos. En respuesta a esto, algunos CLT concentran desde un inicio los gastos previstos de capital relacionados con los proyectos agrícolas. De manera similar, los CLT pueden gestionar la exposición al riesgo evitando el financiamiento de la deuda de los proyectos agrícolas. Varios CLT consideran que cubrir el servicio de deuda representa un desafío demasiado grande debido a los modestos ingresos derivados de la venta de productos y a las tasas de arrendamiento nominales que los CLT en general cobran por los terrenos agrícolas. Por ejemplo, DNI logró adquirir terrenos y construir el vivero Dudley sin incurrir en una deuda a largo plazo, a la vez que su condición de entidad exenta del impuesto municipal a la propiedad le permitió tener costos de posesión mínimos. La estructura financiera de bajo riesgo que se generó a raíz de esto resultó muy importante cuando DNI no pudo conseguir a su primer arrendatario del vivero. Aunque con posterioridad el vivero estuvo vacante durante aproximadamente cinco años, DNI fue capaz de absorber la pérdida derivada de este inesperado período en que la propiedad estuvo vacante.

Conclusión

Aunque el movimiento de agricultura urbana ha experimentado un gran impulso en los últimos años, aún necesita estrategias coherentes a largo plazo para proteger los espacios de cultivo de las fuerzas especulativas del mercado. La relación fundamental entre el suelo y la comunidad está en juego. Dentro del movimiento de agricultura urbana, la inseguridad en cuanto al suelo resalta la urgente necesidad de reconceptualizar requerimientos de las comunidades tanto presentes como futuras. Además, la noción del “mayor y mejor uso” debe ampliarse con objeto de incluir los resultados no económicos y las diferentes formas de participación comunitaria efectiva. Los CLT son entidades ideales para tratar estos problemas críticos y, al hacerlo, pueden lograr que los procesos de desarrollo económico sean más inclusivos, justos y capaces de responder a las condiciones locales siempre cambiantes.

Sobre el autor

Jeffrey Yuen, M.S., es un investigador, profesional y entusiasta en temas relacionados con los CLT y es miembro del directorio del Fideicomiso de Suelo Comunitario de Essex. Se desempeña como gerente de evaluación de impactos en New Jersey Community Capital, en New Brunswick, Nueva Jersey.

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