Topic: Medio ambiente

Land Matters Podcast: Elizabeth Kolbert Explains How a Toad Might Guide a Better Climate Future

By Anthony Flint, Diciembre 21, 2021

 

As the telltale signs of climate change keep piling up, and severe weather becomes almost a weekly occurrence, major nations are currently unable to work together to bring down emissions and make a collective transition to renewable energy. And that, says climate chronicler Elizabeth Kolbert, is a precarious time for the planet— because some might be tempted to look for questionable alternative solutions.

“We’ve gotten ourselves in a pretty big jam, and to most of these issues, there are no easy answers, there are only a lot of trade-offs,” Kolbert said in an interview for Land Matters, the podcast of the Lincoln Institute of Land Policy. “We are incapable, for all sorts of reasons, of following the social control measures that might rein in a disaster, and then we reach for the techno-fix.”

Noting that “our record in thinking through the consequences is not great,” Kolbert—a staff writer at the New Yorker and author most recently of Under a White Sky: The Nature of the Future—cites one of many examples from her research: the introduction of toads from Central America to control pests in Australia’s sugarcane cropland in the 1930s.

“The toads were not helpful in that way at all, but they were prolific breeders and continue even to this day . . . they’re still continuing to spread around Australia, and they’ve really wreaked ecological havoc. They’re very toxic. The native wildlife in Australia chomps on them and dies,” she said.

“That has led to a new round of thoughts about what they should do to try to control this thing that was brought in as an agent of biocontrol. That’s one pretty classic story of humans doing something, in this case, moving a species around the world with benign intent, but disastrous consequences.”

Despite rhetorical commitments, the planet still does not have an agreed-upon political framework to control the problem of climate change. That opens the door to Hail-Mary geo-engineering solutions such as blasting reflective particles into the atmosphere to dim the sun (the “white sky” of the book’s title). All kinds of collateral damage could occur, Kolbert writes, and failure could unleash blasts of heat, similar to opening an oven door, making conditions worse.

There are some systems that are effective at soaking up carbon, and land is one of them, Kolbert said—although complications and limitations are threaded through even nature-based climate solutions.

“The first step is stop making the hole deeper, to stop deforestation . . . that seems an absolute no-brainer,” she said. “But that being said, it’s extremely difficult. You have a growing global population, a growing global demand. A country like Brazil, a country like Indonesia, their basic way of thinking [is to say], ‘You deforested all of Europe, and deforested all of America, why shouldn’t we?’ That is hard to argue with to a certain extent.”

In addition, letting forests grow to act as carbon sinks is “a slow process. It doesn’t really get us to where we need to go in terms of carbon removal,” she said. Scientists also need to worry about embodied carbon being released back out into the atmosphere, as part of the natural life cycle of trees that die, rot and burn—leading to proposals to bury them in trenches or at the bottom of the ocean.

Kolbert, also author of Field Notes from a Catastrophe: Man, Nature, and Climate Change and The Sixth Extinction, for which she won the Pulitzer Prize, acknowledges the staggering complexity of addressing the climate crisis and that doing nothing is not an option.

But, she adds, “at this point we really seem to lack the tools to make these decisions in the best possible way . . . this partly has to do with international boundaries and very different competing agendas. We don’t have what social science would call the governance tools for a lot of these technologies.”

In the interview, Kolbert also reflects on the challenging business of communicating about climate change, and the prospect of climate fatigue, which causes people to tune out as the stories get more alarming.

Climate change and land’s role in both reducing emissions and adapting to new realities is a big focus for the Lincoln Institute, which is celebrating its 75th anniversary. Climate has been a frequent topic on the Land Matters podcast over the course of the last year, including interviews with Bruce Babbitt, Jim Levitt, and Bill McKibben.

You can listen to the show and subscribe to Land Matters on Apple Podcasts, Google Podcasts, Spotify, Stitcher, or wherever you listen to podcasts.


Further Reading

Electrified Rivers and Other Attempts to Save the Environment

The Path to Catastrophe

Pathways to Decarbonizing the Planet of Cities

Postcards from a World on Fire
 


 

Anthony Flint is a senior fellow at the Lincoln Institute of Land Policy, host of the Land Matters podcast, and a contributing editor of Land Lines

Una meditación cartográfica

Mapear la cuenca del río Colorado en el s. XXI
Por Zach Sugg, Julio 31, 2021

 

El nuevo mapa de la cuenca del río Colorado del Centro Babbitt está disponible sin costo en formato PDF descargable y en papel

 

¿Dónde está la cuenca del río Colorado? Cualquier principiante que aventure una somera búsqueda en Google se sorprenderá, y quizás se frustre, se confunda o un poco de ambas: no hay una respuesta sencilla a esa pregunta. El río Colorado serpentea por siete estados de los Estados Unidos y dos de México, y ofrece sus recursos a más de 40 millones de personas y 18.200 kilómetros cuadrados de campos agrícolas en el camino. Es una de las vías fluviales más complejas en cuanto a geografía, historia, política y cultura. De esto resulta que no sea sencillo crear un mapa preciso de la cuenca (la amplia superficie del suelo que drenan el río y sus afluentes).

Los mapas de la región que más se usan son muy variados, incluso en detalles básicos como los límites de la cuenca, y casi ninguno sigue el ritmo de la realidad cambiante: por ejemplo, que la vía fluvial está sobreexplotada y ya ni llega a su desembocadura en el mar. En el Babbitt Center, empezamos a oír un punto en común al trabajar con las partes interesadas del oeste del país para integrar la planificación y el agua: en repetidas ocasiones, la gente destacaba los errores en los mapas disponibles y sugería que se podrían tomar decisiones de gestión hídrica más efectivas si se intentara corregirlos. Pero parecía que nadie tenía la capacidad de hacerlo. Así, con la ayuda del flamante Centro de Soluciones Geoespaciales del Instituto Lincoln, nos embarcamos en un proyecto propio de mapeo.

Nuestro mapa de la cuenca del río Colorado, revisado por colegas, se acaba de publicar y se incluye en esta edición de Land Lines. Pretende corregir varios errores comunes en los mapas populares y, a la vez, ser un recurso actualizado para gestores hídricos, dirigentes de tribus y otras personas que se enfrentan a problemas cruciales relacionados con el crecimiento, la gestión de recursos, el cambio climático y la sostenibilidad. Es un mapa físico-político de toda la cuenca del río Colorado, que incluye la ubicación de los 30 pueblos tribales con reconocimiento federal; diques, embalses, canales y desvíos de y hacia otras cuencas; áreas de protección federal; y vías fluviales naturales con indicadores de caudal intermitente durante el año. Pondremos el mapa a disposición de forma gratuita, con la esperanza de que sea un recurso de consulta frecuente, tanto dentro de la cuenca como fuera de ella.

Desafíos, decisiones y criterios

Los mapas tienen pocas palabras, pero dicen mucho. Todos son subjetivos de alguna manera y afectan el modo en que la gente percibe ciertos lugares y fenómenos, y cómo piensa en ellos.

En el proceso de revisión de colegas del nuevo mapa, alguien nos preguntó si el objetivo era mostrar la cuenca “natural” o la moderna; es decir, la fabricada y definida según la ley. Esta pregunta, que parece sencilla, suscitó varios interrogantes fundamentales sobre qué es o qué sería en realidad una cuenca “natural”. Esto nos recordó el eterno dilema de los defensores de la restauración ecológica: ¿cuál es el estado pasado al que deberíamos intentar regresar?

En el caso del Colorado, la pregunta es: ¿cuándo fue “natural” la cuenca? ¿Antes de construir la represa Hoover, en la década de 1930? ¿Antes de erigir la represa Laguna, la primera que construyó el gobierno de los Estados Unidos, en 1905? ¿En el siglo XVIII? ¿Hace 500 años? ¿Hace un millón de años? En una era en que la dupla humano-naturaleza evolucionó y permite comprender mucho mejor los sistemas socioecológicos, es difícil responder estas preguntas.

Este dilema nos inquietó un buen tiempo. Por un lado, representar una cuenca “natural” prehumana es prácticamente imposible. Por el otro, sentíamos el impulso de representar más los aspectos previos a las represas de lo que solemos ver en los mapas convencionales, en los que, en general, se opta por el límite según los artilugios gubernamentales de los siglos XIX y XX.

Al final, luego de varias sesiones de revisión internas y externas, acordamos una representación que no intenta resolver la tensión entre lo “natural” y lo “humano”. Incluimos infraestructura, que muestra a las claras la naturaleza tan artificial de la cuenca actual. También incluimos la cuenca del Saltón y la de Laguna Salada, dos depresiones topográficas formadas por el Colorado. Ninguna forma parte del curso fabricado de hoy, y se suelen excluir de los mapas de la cuenca. No elegimos mostrarlas porque esperamos que el río Colorado se salga del canal en algún momento, ni porque pretendamos representar con exactitud cómo era el delta antes del siglo XX. Según lo que investigamos, el fenómeno de El Niño de la década de 1980 tuvo tal magnitud que el agua del delta inundado llegó al lecho seco del Laguna Salada, al punto que allí se pudo realizar pesca comercial. Por su parte, la gestión medioambiental del mar de Saltón, que está tan contaminado, es un dilema que ha aparecido en los últimos debates sobre el futuro de la gestión del Colorado. Estas zonas no son irrelevantes en lo político y lo hidrológico.

Nuestro mapa no pretende responder todas las preguntas sobre la cuenca. De muchas formas, nuestra contribución a la cartografía del río Colorado resalta las tensiones no resueltas que definen este sistema fluvial y seguirán impulsando el diálogo sobre la gestión y la conservación hídricas en la cuenca del río Colorado.

No hay una definición simple de la cuenca del río Colorado. Quizás ese sea el mensaje subyacente más importante de este nuevo mapa.

 

Para encargar un mapa o descargar el PDF, visite www.lincolninst.edu/publications/maps-infographics/map-colorado-river-basin. Para explorar nuestro StoryMap del río Colorado, visite www.lincolninst.edu/research-data/data/co-river-storymap.

 


 

Zachary Sugg es gerente sénior de programa en el Centro Babbitt para Políticas de Suelo y Agua.

 


 

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StoryMap: The Hardest Working River in the West

Sortear la brecha

Por qué es crucial integrar la planificación del suelo y el agua para alcanzar un futuro más sostenible
Por Heather Hansman, Julio 31, 2021

 

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ick Schultz no detesta el césped categóricamente. Entiende que es útil en algunos lugares (seguro, tiene que haber espacios para practicar deportes), pero no es necesario en bulevares ni en amplios jardines en zonas áridas. Schultz es especialista en conservación del agua para el servicio público municipal de Castle Rock, Colorado.

Esta comunidad se encuentra en el límite meridional de la zona metropolitana de Denver, y es una de las de mayor crecimiento en el país. La población se disparó: pasó de tener 20.224 habitantes en 2000 a casi 72.000 hoy. El 70 por ciento del suministro de agua proviene de napas subterráneas no renovables, por lo que, a medida que la ciudad fue creciendo, los funcionarios debieron descifrar cómo estirar dicho suministro. En 2006, el servicio público y el departamento de planificación empezaron a colaborar para abordar este asunto.

La comunidad creó un plan hídrico de ordenamiento territorial que estableció pautas (por ejemplo, en qué lugares ameritaba tener césped) para delinear cómo y dónde se podía conservar agua sin dejar de atender el crecimiento. Schultz dice que debieron salirse de lo tradicional en regulaciones del uso del suelo y patrones de suministro de agua para buscar sostenibilidad a largo plazo, y redirigirse a partes discrepantes del proceso de planificación hacia el crecimiento inteligente: “Si queríamos obtener un resultado mejor, debíamos exceder un poco los límites”.

Desde entonces, Castle Rock ha implementado incentivos económicos, cambios regulatorios e incluso estrategias de ciencias de la conducta para procurar que el suministro de agua se considere de forma activa como parte de todo proceso de planificación y desarrollo. Desde ofrecer incentivos a desarrolladores que instalan sistemas de monitoreo del agua a exigir a los paisajistas que obtengan certificados profesionales en eficiencia hídrica, la ciudad hoy es líder en el sector, y tiene el reconocimiento del estado de Colorado por sus labores y por compartir las buenas prácticas con otras organizaciones.

En comunidades de todo el país, los planificadores y gestores hídricos están saliendo del aislamiento en el que suelen manejarse y hallan nuevas formas de trabajar en conjunto. En parte, esto se debe a que el cambio climático está provocando turbulencias en el sector hídrico en todo el país: sequías prolongadas, inundaciones e incendios perjudiciales, tormentas intensas y aumento del nivel del mar.

La urgencia por desarrollar resiliencia frente a estas amenazas es cada vez más evidente. También aumenta la colaboración, porque, si bien las comunidades se enfrentan a desafíos muy distintos y manejan incontables variaciones en sus estructuras municipales, muchas están redescubriendo una verdad única sobre el suelo y el agua: cuando se planifica para uno de ellos, se debe planificar para ambos.

Los ingenieros hídricos empiezan a reconocer que no pueden ofrecer servicios sostenibles sin involucrar a la comunidad de desarrolladores, como planificadores, arquitectos y activistas comunitarios”, explica la Guía de políticas hídricas de la Asociación Americana de Planificación (APA 2016). “Los planificadores de vanguardia están pidiendo a los gestores hídricos asesoramiento en sus planes integrales, no solo para cumplir los objetivos medioambientales, sino también para añadir valor y habitabilidad, arraigados en la visión de la comunidad”. 

Cómo llegamos aquí

Imagine la vista desde un avión al sobrevolar zonas rurales o los alrededores de una ciudad importante: los lindes en ángulos rectos de los campos agrícolas y haciendas contrastan con el serpenteo de los cauces de los ríos y las formas irregulares de los lagos y estanques. El suelo y el agua son recursos muy diferentes. Por lo tanto, se han gestionado de forma diferente y por separado.

La brecha entre la planificación del agua y el suelo tiene raíces profundas. Si bien el agua se vincula con todos los aspectos del crecimiento sostenible, desde la salud ecosistémica hasta la viabilidad económica, los planificadores y gestores hídricos trabajan por separado desde hace mucho tiempo. Desde juntas voluntarias de planificación en comunidades rurales hasta departamentos repletos de personal en las grandes ciudades, los planificadores se centran en el uso del suelo y el entorno construido. Los gestores hídricos, por su parte, ya sea que trabajen para un servicio público municipal, una empresa privada o un mayorista regional, se centran en suministrar agua limpia y apta.

No se me ocurre ni una sola ciudad que contenga [la planificación y la gestión hídrica] en una sola división”, dice Ray Quay, investigador del Instituto Mundial de Sostenibilidad de la Universidad Estatal de Arizona, quien ha trabajado como vicedirector de planificación del suelo y de servicios hídricos en Phoenix, Arizona. Quay dice que las decisiones de desarrollo regionales y de las cuencas relacionadas con el crecimiento no suelen coincidir con el suministro de agua.

Un ejemplo de una brecha clásica es que, al planificar el crecimiento, los planificadores suponen que el servicio público de agua podrá abastecerla, mientras que dichos servicios públicos no participan en las decisiones sobre el crecimiento comunitario, solo construyen infraestructura para atender el nuevo crecimiento que les llega”, añade Jim Holway, director del Centro Babbitt para Políticas de Suelo y Agua, creado en 2017 por el Instituto Lincoln de Políticas de Suelo para fomentar la integración de la gestión hídrica y del suelo.

Ivana Kajtezovic, gerenta del programa de planificación de Tampa Bay Water, un servicio público mayorista regional de agua potable de Florida, confirma esta falta de coordinación. “Tampa Bay Water no tiene poder de decisión en el crecimiento de los condados y ciudades que atiende. Nuestra misión se limita a ofrecer agua potable, no importa el crecimiento ni su ritmo. Los condados y las ciudades que atendemos toman las decisiones sobre el uso del suelo”.

Según una encuesta hídrica de 2016 realizada por Water Working Group, de la APA, el 75 por ciento de los planificadores de uso del suelo no se sintió muy involucrado en la planificación y las decisiones hídricas (Stoker et al. 2018). “Sabemos que el suelo y el agua están relacionados, y nunca nadie discute que estén separados”, dice Philip Stoker, profesor adjunto de planificación en la Universidad de Arizona, quien realizó la encuesta de la APA. “La gente los separó, nada más”. 
 
Esta separación, en parte, es el resultado de estructuras regulatorias históricas. “En una gran proporción, el agua se basa en leyes estatales, con alguna que otra intervención federal”, dice Anne Castle, ex subsecretaria de agua y ciencia del Departamento del Interior de los Estados Unidos. La gestión federal implica regulaciones como la Ley de Agua Limpia e involucra a organismos como la Oficina de Recuperación de los Estados Unidos, y los derechos hídricos se asignan a nivel estatal. Al mismo tiempo, si bien a nivel federal y estatal se supervisan algunas tierras públicas, casi todas las regulaciones y la planificación relacionadas con tierras privadas se implementan a nivel local o regional, y reflejan derechos y deseos individuales y comunitarios. Si bien hay iniciativas estatales que “enfatizan más la consideración del agua en el desarrollo del suelo”, según Castle (incluso en Colorado, donde ella trabaja), sigue habiendo brechas profundas en las prioridades y las responsabilidades.

Por supuesto, cada comunidad lidia con problemas únicos, pero la encuesta de Stoker sugiere que los obstáculos para resolverlos son similares: falta de tiempo y de recursos, miedo de perder poder jurisdiccional o delegar el control, y diferencias en educación, experiencia y lenguaje técnico. Superar estas dificultades puede ser difícil. “Por lógica, debería ser fácil, pero cuando las instituciones crecen con un solo punto de enfoque, es difícil cambiar la misión y expandirse a otros lugares”, dice Bill Cesanek, copresidente de la Red de Agua y Planificación de la APA. Cesanek dice que todo funciona mejor cuando los planificadores comparten la responsabilidad de determinar de dónde vendrá el agua para suplir las demandas futuras.

Quay coincide en que los planificadores del agua y el suelo deben trabajar juntos y deben ser realistas acerca de dónde y cómo pueden crecer las comunidades, y si deben hacerlo. “Uno de los factores fundamentales es la voluntad política”, dice. “Deberíamos pensar qué es lo más importante para la comunidad, y deberíamos asignar el agua a eso”.

Según Holway, del Centro Babbitt, esto es cada vez más común. “Con el aumento de la demanda de agua y ante los crecientes problemas para adquirir nuevos suministros, los servicios públicos y los planificadores del suelo deben descifrar cómo trabajar en conjunto para mantener el equilibrio entre el suministro y la demanda”.  

“Demasiada, muy poca, muy contaminada”

Según la Guía de políticas hídricas de la APA, los riesgos asociados al agua suelen ser siempre parecidos: no alcanza el agua debido al crecimiento demográfico y al estrés climático, además de que los suministros ya están asignados o se asigna más cantidad de la disponible; hay demasiada agua debido a las inundaciones y el aumento del nivel del mar; o peligra la calidad del agua debido a las escorrentías agrícola y urbana. Todos estos casos son cada vez más urgentes.


Mapa de las condiciones de sequía en los Estados Unidos, mayo de 2021. Crédito: el Monitor de Sequía de los Estados Unidos es una producción conjunta del Centro Nacional para la Mitigación de Sequías (NDMC, por su sigla en inglés) de la Universidad de Nebraska–Lincoln, el Departamento de Agricultura de los Estados Unidos y la Administración Nacional Oceánica y Atmosférica. Mapa cortesía del NDMC.

No alcanza el agua. En el sudoeste (y en particular en la cuenca sobreexplotada del río Colorado, que atiende a más de 40 millones de personas de siete estados de los Estados Unidos y dos de México), las sequías persistentes disminuyen la carga nival, merman la disponibilidad en los acuíferos naturales y reducen los embalses. Los investigadores predicen que el caudal del río Colorado disminuirá entre un 20 y un 35 por ciento hacia 2050, y entre un 30 y un 55 por ciento hacia fin de siglo (Udall 2017).

Además, la sequía tiene un efecto de cascada en otros sistemas hídricos. Por ejemplo, en los bosques occidentales secos los incendios son cada vez más frecuentes y descomunales, y contaminan las cuencas en zonas que antes no tenían este problema, como el tramo superior del Colorado. Según la Agencia de Protección Ambiental, durante un incendio y en los años posteriores el agua se puede contaminar con cenizas, sedimentos y otros agentes. Esto obliga a los gestores hídricos a esforzarse para hallar soluciones. “Creo que hay una tendencia mucho mayor y más rápida a la colaboración en la planificación del uso del suelo y la gestión hídrica en lugares con escasez”, dice Stoker.

Demasiada agua. En los últimos 30 años, las inundaciones causaron un promedio de US$ 8.000 millones en daños y 82 muertes al año en los Estados Unidos (Cesanek, Elmer y Graeff 2017). Quay dice que, dado que el cambio climático provoca eventos climáticos más extremos, las inundaciones exceden los parámetros definidos por la Agencia Federal para el Manejo de Emergencias, que tradicionalmente han sido la guía para las decisiones de planificación. Agrega que es difícil adaptarse porque las pautas y leyes fijas de planificación no están preparadas para estos extremos.

Los lugares bajos, como Hoboken, Nueva Jersey (que sufrió inundaciones en algunas partes por el aumento del nivel del mar y supertormentas como el huracán Sandy), están incorporando la resiliencia en la planificación de los sistemas hídricos. La ciudad está añadiendo herramientas, como dunas artificiales de arena, que funcionan como barreras físicas y pueden desviar marejadas a bombas antiinundaciones recién construidas.

El sistema de agua pluvial está en el mismo nivel que el río; [el agua de lluvia] no tiene a dónde ir, así que debieron construir un programa de planificación para la resiliencia muy innovador”, dice Cesanek.

Agua contaminada. Durante precipitaciones fuertes, que son cada vez más frecuentes debido al cambio climático, el sistema cloacal combinado de Milwaukee, Wisconsin, se desborda y llega a ríos vecinos y al lago Míchigan. Esto contamina las vías fluviales, compromete el ecosistema y perjudica el suministro de agua. “El agua pluvial se mete en nuestros sistemas combinados y sanitarios. Nada es estanco”, dice Karen Sands, directora de planificación, investigación y sostenibilidad del Distrito Cloacal Metropolitano de Milwaukee (MMSD, por su sigla en inglés). Sands indica que el MMSD tuvo que alinear capas geográficas y jurisdiccionales divergentes para hallar soluciones que protejan la cuenca. Una de estas soluciones fue la construcción del parque Menomonee, de 24 hectáreas, en conjunto con planificadores urbanos. Se espera que este trate la totalidad de la escorrentía de agua pluvial de las zonas industriales y comerciales cercanas. Ahora garantiza el suministro de agua potable y gestiona la demanda futura de forma preventiva.

Chi Ho Sham, presidente de American Water Works Association (AWWA), una organización internacional sin fines de lucro para profesionales del suministro de agua, dice que una de las mayores inquietudes del grupo tiene que ver con la calidad del agua, en particular con protegerla desde su origen, limitar el uso contaminante y crear barreras para detener o evitar la contaminación. “Desde mi punto de vista, nuestro trabajo es lograr una colaboración estrecha con los propietarios”, dice. “Los gestores hídricos no lo pueden hacer por su cuenta”.

Problemas de infraestructura e igualdad

Se estima que en 2050 la población de los Estados Unidos llegará a los 517 millones, y las ciudades de mayor crecimiento serán las meridionales y occidentales (Oficina del Censo de los Estados Unidos 2019). No se puede impedir que las personas se muden a Tempe o Tampa Bay, pero el crecimiento se está dando en regiones donde ya hay mucha presión sobre la calidad y la cantidad del agua. En algunos lugares, el crecimiento acelerado ha restringido a planificadores y gestores hídricos, quienes implementaron medidas de conservación y reutilización de agua para procurar que esta alcance.

Para peor, la infraestructura hídrica de la nación no siguió el ritmo de los cambios demográficos. Las antiguas tuberías de plomo se están desintegrando, y las plantas de depuración están saturadas por la cantidad de agua que deben procesar. En 2017, la Sociedad Estadounidense de Ingenieros Civiles determinó que el agua potable de la nación era de clase D, y estimó un costo de US$ 100.000 millones para hacer las actualizaciones de infraestructura necesarias (ASCE 2017).

También hay una brecha entre los lugares que pueden costear la actualización de infraestructura y los que no. A fin de garantizar el suministro de agua para todos en el futuro, es esencial atender esta desigualdad, según indica Katy Lackey, gerenta de programa sénior de la organización sin fines de lucro US Water Alliance, una coalición nacional de servicios públicos, empresas, organizaciones medioambientales, sindicatos y otras partes, que está trabajando para procurar un futuro hídrico sostenible.

Creemos que la igualdad hídrica se da cuando todas las comunidades tienen acceso a agua potable limpia, segura y asequible, y a servicios de aguas residuales, las inversiones en infraestructura se maximizan y benefician a todas las comunidades, y estas tienen capacidad de resistencia ante el cambio climático”, indica. Para alcanzar esa meta, se necesitan nuevas formas de trabajar.

Cómo trabajar bien en conjunto


Participantes de un taller Growing Water Smart, que une a planificadores de uso del suelo y gestores hídricos de una misma comunidad para realizar debates y crear un plan de acción local. Crédito: Instituto Sonoran.

Holway, del Centro Babbitt, dice que el primer paso de la planificación integrada debe ser reunir a la gente en un mismo lugar para comprender las necesidades de la comunidad, las brechas de los procesos actuales y cómo pueden trabajar mejor en conjunto. A partir de eso, es fundamental formalizar metas relacionadas con la planificación y el agua, ya sea que se reflejen en un plan cabal o de ordenamiento territorial para el desarrollo comunitario, en un plan más específico basado en la conservación y la resiliencia, o en cambios de zonificación y regulaciones.

Nos centramos en identificar, evaluar y promover herramientas que integren mejor el suelo y el agua, con opiniones de un grupo diverso de profesionales e investigadores”, dice Holway, y destaca que Erin Rugland, gerenta de programa del Centro Babbitt, publicó varias obras para profesionales, entre ellas una matriz de herramientas disponibles para integrar el suelo y el agua (Rugland 2021) y dos manuales centrados en buenas prácticas (Rugland 2020, Castle y Rugland 2019).

Quienes se centran en la importancia de integrar el suelo y el agua recomiendan varios pasos que pueden seguir los planificadores y los gestores hídricos para garantizar que las colaboraciones obtengan resultados satisfactorios:

Cultivar relaciones. Stoker descubrió que un primer paso importante sería lograr que la gente deje de trabajar aislada. “En los lugares con mejores resultados al integrar la planificación del agua y el suelo, los servicios públicos y los planificadores estaban en buenos términos. Sabían que, si trabajaban en conjunto, saldrían beneficiados”, dice. Stoker menciona como ejemplo a Aiken, Carolina del Sur: los gestores hídricos ayudaron a armar el plan integral. Añade que este tipo de colaboración es importante en cualquier escala.

En Westminster, Colorado, los gestores hídricos participan en las reuniones previas a la solicitud de todas las iniciativas nuevas. Desde el principio, tienen la posibilidad de asesorar sobre cómo afectarán las decisiones de tuberías y paisajismo al uso y los costos hídricos del proyecto.

Westminster es una de las 33 comunidades occidentales que participaron en el programa Growing Water Smart, un taller de varios días organizado por el Centro Babbitt y el Instituto Sonoran con financiamiento adicional de la Junta de Conservación de Agua de Colorado y Gates Family Foundation. Growing Water Smart reúne grupos pequeños de dirigentes para comunicar, colaborar e identificar un plan de acción a un año.

La razón de ser de Growing Water Smart es reunir a planificadores de uso del suelo y gestores hídricos de una misma comunidad para que hablen entre sí, a veces por primera vez”, dice Faith Sternlieb, gerenta sénior de proyecto del Centro Babbitt, quien ayuda a moderar el programa. “En cuanto empiezan a compartir recursos, datos e información, se dan cuenta de lo valiosas e importantes que son la colaboración y la cooperación. No es que no quieran trabajar en conjunto, sino que de verdad creían tener todo lo necesario para ejecutar su trabajo. Pero no suelen tener el tiempo y el espacio necesarios para pensar y planificar de forma holística”.  

En mi experiencia, lo que ha funcionado es forjar relaciones con los planificadores que toman las decisiones”, confirma Kajtezovic, de Tampa Bay Water. “Yo me comunico todo lo que puedo con ellos y les explico la importancia de proteger el agua de origen”.

Promover la creatividad y la flexibilidad. Luego de forjar las relaciones, la creatividad y la flexibilidad son fundamentales. Dado que cada comunidad se enfrenta a distintas dificultades de planificación, “el contexto tiene una importancia tremenda”, dice Quay. Esto no solo es cierto para distintas regiones, sino también dentro de ellas, y a veces de una comunidad a otra. “Lo que sirve en Phoenix no necesariamente servirá en Tempe [que está justo al lado de Phoenix hacia el este], por lo que no es posible adaptar buenas prácticas de gestión así como así; debemos pensar en lo mejor para cada caso”. Él recomienda identificar un conjunto amplio y flexible de herramientas que se puedan usar y adaptar con el tiempo.
 
Tener voluntad de aprender. Debido a su especialización, los planificadores y los gestores hídricos “no hablan el mismo idioma”, dice Sham, quien indica que AWWA ha estado trabajando en capacitación colaborativa sobre protección del agua de origen para miembros y propietarios. A veces parece que es más trabajo por adelantado, y dice que la gente puede ser reacia a aceptar tareas que no le corresponden, pero es esencial desarrollar un idioma y un conocimiento en común para lograr sostenibilidad a largo plazo.

John Berggren ayuda a las comunidades a coordinar la planificación del agua y el suelo desde su puesto de analista de políticas para Western Resource Advocates. Dice que uno de los primeros pasos es capacitar a los dirigentes locales y entusiasmarlos acerca de incluir el agua en sus planes cabales. “Despertamos su interés e inquietud acerca de la conservación, y creamos un apoyo vertical para los departamentos de planificación y los servicios públicos”, dice. Cuando el agua se incluye en el plan integral, los planificadores y los servicios públicos pueden llegar a soluciones creativas y progresivas. 

Abarcar. La integración del uso del suelo y la planificación hídrica funciona mejor cuando se incluye en regulaciones de nivel estatal o en planes integradores a nivel comunitario. Según el Centro Babbitt, 14 estados incorporan formalmente el agua en la planificación de algún modo, y cada vez son más. Por ejemplo, el Plan Hídrico de Colorado de 2015 estableció un objetivo para que en 2025 el 75 por ciento de los habitantes viva en comunidades que hayan incorporado acciones de ahorro de agua en la planificación de uso del suelo. Algunas comunidades ya están trabajando en ese proceso, y hay 80 que deberían empezar a actuar para llegar a esa meta. Además, hace poco el estado aprobó una ley que esboza pautas de conservación hídrica para la planificación, y designa un nuevo puesto en el gobierno que respalda la coordinación de la planificación del agua y el suelo.

Desde el año 2000, cuando Arizona aprobó la Ley de Crecimiento Más Inteligente Plus, el estado exige a las comunidades incluir en su plan cabal un capítulo dedicado al vínculo entre el suministro y la demanda de agua, y las proyecciones de crecimiento. Esto también se está observando en lugares menos secos. El plan integral del condado Manatee, en Florida, vincula la calidad del agua con la necesidad de usar el agua no potable para todo lo que sea posible. Incluye códigos de reutilización de agua y fuentes alternativas para aumentar la disponibilidad y procurar que el agua llegue al destino más adecuado.

Quay dice que, para incorporar el agua a los planes integrales, las comunidades necesitan una idea concreta del tipo y la cantidad de recursos disponibles. Luego, los gestores hídricos y los planificadores pueden trabajar en conjunto para identificar fuentes nuevas y alternativas, como tratamiento de aguas residuales y grises (agua del hogar que se usó para lavar ropa, por ejemplo, y que se puede volver a usar en el retrete); identificar la demanda prevista y definir cómo se va a suplir.

Aprovechar el poder de la acción local. Aunque el estado no exija planificar pensando en el agua ni esto se incorpore al plan cabal de la comunidad, los gestores hídricos y los planificadores igual pueden hallar formas de colaborar. Los planes locales más específicos pueden incluir planes de suministro de agua e infraestructura de aguas residuales; atenuación de peligros y planes de resiliencia, como gestión de terrenos anegables y agua pluvial; gestión de demanda; procesos y salud de las cuencas; y planes de coordinación y colaboración entre organismos. Si estas variables resultan apabullantes, Berggren sugiere que los planificadores soliciten recomendaciones sobre buenas prácticas a otras comunidades. Dice que, si bien todas las comunidades son diferentes, “no hace falta que nadie reinvente la rueda”.

Además, los cambios en políticas locales pueden incluir códigos basados en la forma que definan aspectos del entorno construido relacionados con el agua. Sands dice que, en Milwaukee, algunas buenas prácticas para gestionar inundaciones y contaminación son “actualizar los códigos y normas municipales para promover la infraestructura verde y prácticas más sustentables”. Esa infraestructura verde, que emula los procesos naturales del lugar mediante métodos como jardines de biofiltración y almacenamiento de agua pluvial, puede lograr que las comunidades sean más resistentes al cambio climático y, a la vez, restaurar ecosistemas y proteger el suministro de agua.

También se pueden cambiar las políticas hídricas mediante normas de zonificación, como reducir el tamaño de las parcelas. Los planificadores pueden usar loteos y normas de desarrollo del suelo para promover la captura, la infiltración y la liberación paulatina del agua pluvial en el mismo lugar. Algunas comunidades adoptaron códigos de plomería que exigen aparatos de alta eficiencia, o códigos de edificación que admiten reciclaje de agua o subcontaje para aumentar la eficiencia de las residencias multifamiliares. Fountain, Colorado, tiene costos de conexión orientados a la conservación, lo cual incentiva a los desarrolladores a cumplir con los estándares de eficiencia hídrica más allá del código de edificación. Pueden pagar costos de conexión más bajos si aceptan condiciones como usar plantas nativas o incluir aparatos eficientes de interior en un desarrollo.

Los beneficios de integrar la planificación del suelo y el agua son muy variados, desde resultados mensurables como adaptar planes de desarrollo para garantizar un correcto suministro del agua, hasta efectos más indirectos y a largo plazo, como reducir el conflicto entre usuarios ante la disponibilidad reducida. En Castle Rock, Schultz y sus colegas notaron que las normas de uso del suelo orientadas al agua pueden tener un gran impacto y beneficiar la calidad de vida como un todo. No siempre fue fácil, dice, pero parece que la nueva forma de hacer las cosas está rindiendo sus frutos: “Demostramos que podemos hacerlo mejor si ofrecemos una buena base”. 

 


 

Heather Hansman periodista independiente, es columnista para la revista Outside y autora de Downriver: Into the Future of Water in the West (The University of Chicago Press 2019).

Fotografía principal: En Castle Rock, Colorado, los planificadores y los gestores hídricos se han asociado en planes para el crecimiento sostenible. Crédito: Robert Young via iStock Editorial/Getty Images Plus.

 


 

Referencias

APA (Asociación Americana de Planificación). 2016. APA Policy Guide on Water. Chicago, IL: Asociación Americana de Planificación. https://www.planning.org/policy/guides/adopted/water/.

ASCE (Sociedad Estadounidense de Ingenieros Civiles). 2017. “Infrastructure Report Card”. Washington, DC: Sociedad Estadounidense de Ingenieros Civiles. https://www.infrastructurereportcard.org/.

Castle, Anne, y Erin Rugland. 2019. “Best Practices for Implementing Water Conservation and Demand Management Through Land Use Planning Efforts: Addendum to 2012 Guidance Document”. Denver, CO: Junta de Conservación de Agua de Colorado. Enero. https://dnrweblink.state.co.us/cwcbsearch/ElectronicFile.aspx?docid=208193&dbid=0.

Cesanek, William, Vicki Elmer, y Jennifer Graeff. 2017. “Planners and Water: PAS Report 588”. Chicago, IL: Asociación Americana de Planificación.

Rugland, Erin. 2020. Incorporating Water into Comprehensive Planning: A Manual for Land Use Planners in the Colorado River Basin. Cambridge, MA: Instituto Lincoln de Políticas de Suelo. https://www.lincolninst.edu/publications/other/incorporating-water-comprehensive-planning.

———. 2021. “Integrating Land and Water: Tools, Practices, Processes, and Evaluation Criteria”. Documento de trabajo. Cambridge, MA: Instituto Lincoln de Políticas de Suelo. https://www.lincolninst.edu/publications/working-papers/integrating-land-water (febrero).

Stoker, Philip Anthony, Gary Pivo, Alexandra Stoicof, Jacob Kavkewitz, Neil Grigg, y Carol Howe. 2018. Joining-Up Urban Water Management with Urban Planning and Design. Alexandria, VA: The Water Research Foundation. https://www.waterrf.org/research/projects/joining-urban-water-management-urban-planning-and-design.

Udall, Bradley, y Overpeck, Jonathan. 2017. “The Twenty-First Century Colorado River Hot Drought and Implications for the Future”. Investigación de recursos hídricos 53 (3): 2404-2418.

Oficina del Censo de los Estados Unidos. 2019. “Fastest-Growing Cities Primarily in the South and West”. Comunicado de prensa. 23 de mayo. https://www.census.gov/newsroom/press-releases/2019/subcounty-population-estimates.html.

 


 

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Profusión urbana

Un levantamiento aéreo de la zona metropolitana de Boston evidencia un sistema alimentario regional en aumento
Por Alex MacLean, Julio 31, 2021

 

En mis cuatro décadas de fotógrafo aéreo, me ha interesado documentar la agricultura, porque tiene un modo de revelar pistas importantes sobre regiones, clima, topografía, suelo y el paso de las estaciones y el tiempo. Esta labor se centró cada vez más en el vínculo entre el uso del suelo y el cambio climático, a medida que en los transectos urbanos y rurales evolucionó de forma evidente el interés por acortar los kilómetros alimentarios (reducir la distancia entre productor y consumidor, con el fin de reducir las emisiones de carbono y minimizar las interrupciones en la cadena de suministro). Las imágenes de estas páginas representan los primeros pasos de una indagación sobre cómo está cambiando la producción de alimentos en zonas urbanas y sus alrededores en los Estados Unidos.

En los últimos años, es cada vez más evidente cómo se intensificó el cultivo a pequeña escala alrededor de Boston, Massachusetts. Desde el aire, he visto aparecer invernaderos de techo curvo en granjas pequeñas que pretenden suplir la demanda y ampliar la productividad; azoteas residenciales y comerciales grises convertidas en opulentos jardines; terrenos urbanos históricamente improductivos, como baldíos y patios, transformados en espacios cultivados. Cuando se suman, estas operaciones a pequeña escala parecen tener mucho potencial para aumentar la productividad mediante el poder de los incrementos. Los espacios verdes en zonas urbanas y cerca de ellas no solo ofrecen a las personas alimentos más frescos y accesibles. Dado que filtran el agua pluvial, absorben dióxido de carbono y promueven otros beneficios medioambientales, también pueden hacer de las ciudades lugares más saludables y resistentes.

A pesar de estos cambios prometedores, lo que se conoce como el movimiento localívoro ha logrado crear una sensación de pertenencia y de comunidad, y enseñar sobre cuestiones alimentarias, más que mejorar la seguridad o acortar los kilómetros alimentarios en una escala suficiente como para contrarrestar el cambio climático. Si bien en la última década la demanda y el entusiasmo por los alimentos locales aumentaron, se estima que el 90 por ciento de la comida de la zona metropolitana de Boston proviene de fuera de la región, según Food Solutions New England (FSNE), una red regional con base en la Universidad de Nuevo Hampshire, cerca de allí. Pero los gestores de políticas, inversionistas, productores rurales y emprendedores de la zona se están esforzando por cambiarlo, y FSNE está abogando por un “50 hacia 60”: 50 por ciento de los alimentos producidos en la región hacia 2060.

Una tendencia que podría ayudar a alcanzar esta meta, y que también se puede ver desde el aire, es la agricultura de interior. Las granjas de interior suelen encontrarse en vecindarios industriales infravalorados, y usan tecnologías como hidroponía e iluminación LED para poder cultivar durante todo el año. Las empresas que las respaldan demuestran cada vez más que la falta de espacios abiertos no tiene por qué ser una limitación para producir alimentos. En 2020, esta industria atrajo US$ 1.900 millones en capital de riesgo a nivel mundial: el triple de lo que se invirtió en 2019.

En Boston se encuentran algunas de las empresas que más están creciendo. Por ejemplo, Freight Farms democratiza más la cercanía a la producción porque usa contenedores modernizados que se pueden acomodar bajo autopistas elevadas o junto a comedores escolares. En 30 metros cuadrados, estos contenedores producen lo mismo que una hectárea de cultivo. Este tipo de soluciones innovadoras nos dan una idea de cómo puede ser el cultivo alternativo, mientras el cambio climático degrada las tierras agrícolas y reduce el suministro de agua. Sin embargo, el método tiene sus desventajas: puede requerir mucha electricidad y, si bien la producción se suele vender como “local”, en ciertos sentidos replica la centralización y la influencia corporativa que irrita desde hace mucho a los defensores de la agricultura local y regional.

Como fotógrafo aéreo, espero que siempre se integre cierta forma de producción alimentaria de exteriores en nuestros paisajes. Los veamos desde el suelo o desde el aire, las granjas y los campos nos ayudan a comprender los elementos clave del mundo natural que nos sustenta, nos ayudan a conectarnos con el planeta y nos impulsan a proteger estos lugares. Pero desde el cielo se hace cada vez más evidente que se están repensando los sistemas agrícolas, y que necesitaremos muchos enfoques distintos para que los “alimentos locales” evolucionen y lleguen a ser un modelo equitativo de soberanía alimentaria regional.

 


 

La región metropolitana de Boston importa el 90 por ciento del alimento desde fuera de la región. Arriba, los furgones y las unidades refrigeradas forman fila en los depósitos de New England Produce Center, en Chelsea, al norte del centro de Boston. Este complejo es uno de los mercados mayoristas de productos agrícolas más grandes del mundo; recibe cargamentos de todos los rincones de los Estados Unidos y de otros países. Luego, los productos de redistribuyen a puntos de venta de toda Nueva Inglaterra y el sudeste de Canadá. Crédito: Alex MacLean.

 


 

Los famosos jardines Fenway Victory Gardens, junto al río Muddy, en Back Bay, Boston, están conformados por más de 500 parcelas que son vestigio de tierras que en la Segunda Guerra Mundial se usaron para producir alimentos. Fenway fue uno de los más de 20 millones de jardines de la victoria del país que ayudaron a cultivar cerca del 40 por ciento de la producción nacional en el punto más álgido de la guerra. Esta historia demuestra el potencial de adaptación y la capacidad de producir alimentos locales a gran escala. Crédito: Alex MacLean. 

 


 

Las cuatro estaciones del jardín comunitario de la Primera Iglesia Parroquial, en Lincoln, Massachusetts. Los cambios que tienen lugar en el jardín durante el año marcan el paso del tiempo y generan conciencia sobre la transición entre las estaciones. Los feligreses cultivan parcelas individuales y, en conjunto, una parcela de donaciones que ofrece un promedio de 300 kilos de comida al año a refugios para personas sin hogar y comedores comunitarios de la zona de Boston. Crédito: Alex MacLean.

 


 

Mill City Grows gestiona cuatro granjas, entre ellas 1,1 hectáreas que alquila a la ciudad de Lowell, y distribuye los productos en mercados móviles, un programa de Agricultura de Respaldo Comunitario y donaciones. Crédito: Alex MacLean.

 


 

En 2011 la ciudad de Lawrence ayudó a fundar el jardín Cross and Cedar Street. Lo atienden residentes locales y se ubica en dos baldíos donde antes había viviendas deterioradas. Los lechos elevados protegen a las plantaciones de los riesgos del suelo contaminado. Crédito: Alex MacLean.

 


 

El jardín comunitario Nightingale, en Dorchester, Massachusetts, pertenece a la organización estatal de conservación The Trustees y forma parte de una iniciativa de la ciudad para aumentar el acceso a productos agrícolas locales y lograr que los jardines comunitarios sean una parte destacada de los espacios urbanos no construidos. Crédito: Alex MacLean. 

 


 

Las terrazas plantadas encima del Esplananade, un complejo de condiminios en Cambridge, Massachusetts, demuestran el potencial de los espacios de techo comerciales para acomodar la agricultura urbana. Crédito: Alex MacLean.

 


 

Los gallineros móviles y las jaulas de contención se mueven todos los días en las granjas comunitarias Codman, en Lincoln, Massachusetts; es una de las prácticas sostenibles que logra producir entre 800 y 1.200 huevos a la semana. La granja está a 24 kilómetros al noroeste de Boston, data de 1754 y cuenta con 7 hectáreas. Otras 50 hectáreas de campos y pastizales desperdigados por la ciudad abastecen el heno para el ganado y ofrecen espacios abiertos a las zonas circundantes. Crédito: Alex MacLean.

 


 

Más del 95 por ciento de las frutas y verduras que se consumen en la costa este proviene de California y Arizona, y suele tardar más de una semana en llegar. Little Leaf Farms realiza cultivos hidropónicos durante todo el año para reducir la dependencia en la costa oeste, en un invernadero de 4 hectáreas en Daven, Massachusetts, a 65 kilómetros al oeste de Boston. El proceso de cultivo está totalmente automatizado; las plantas se siembran y se cosechan sin contacto humano. Hasta ahora, la empresa obtuvo un financiamiento de US$ 90 millones mediante deudas y capital propio para ampliar sus operaciones por la costa este; empezará por Pensilvania y Carolina del Norte. Crédito: Alex MacLean.

 


 

Freight Farms fabrica invernaderos hidropónicos verticales dentro de contenedores de carga de 12 metros. Estos contenedores están equipados con controles climáticos precisos e iluminación optimizada para determinadas plantas y, en 30 metros cuadrados, pueden producir lo mismo que una hectárea de terrenos de cultivo convencionales. Los invernaderos móviles se pueden colocar en cualquier parte, como debajo de autopistas o junto a escuelas. Crédito: Alex MacLean.

 


 

Gotham Green (la estructura blanca en el extremo inferior izquierdo de la imagen) se construyó donde solía haber un terreno abandonado contaminado en Providence, Rhode Island. Hoy provee a Nueva Inglaterra de frutas, verduras y especias hidropónicas durante todo el año. El invernadero cuenta con electricidad de fuentes renovables y consume un 95 por ciento menos de agua y utiliza un 97 por ciento menos de suelo que la agricultura convencional. Crédito: Alex MacLean.

 


 

Gaining Ground Farm, en Concord, Massachusetts, cultiva alimentos para refugios y comedores de beneficencia de la zona de Boston. Mediante túneles altos, invernaderos de techo curvo y nutrición del suelo duplicó la producción en cuatro años. En 2020 cultivó y donó 57.800 kilos de alimentos, comparados con 28.015 kilos en 2016. En esta fotografía, tomada en 2016, se muestran los primeros invernaderos de techo curvo incorporados. Crédito: Alex MacLean.

 


 

En esta fotografía, tomada en 2020, se observa cómo se intensificó la producción en Gaining Ground Farm. Crédito: Alex MacLean.

 


 

Este jardín comunitario de Allston-Brighton, Massachusetts, se encuentra en un terreno que pertenece al Departamento Estatal de Conservación y Recreación. El follaje de mediados de octubre presagia el fin de la estación de cultivo y la llegada del invierno. Crédito: Alex MacLean.

 


 

Alex MacLean es piloto y fotógrafo con exhibiciones a nivel internacional; su trabajo se ha presentado en Land Lines y el libro Visualizing Density, del Instituto Lincoln. Se especializa en documentar cambios en el suelo provocados por la intervención humana y los procesos naturales.

Fotografía principal: Los jardines comunitarios de Boston fortalecieron el sentido de pertenencia en los vecindarios. El de Worcester Street, en South End, es uno de los 56 jardines comunitarios que pertenecen a The Trustees. Lo administran voluntarios y posee más de 130 parcelas disponibles para residentes, que se distribuyen por orden de llegada. Crédito: Alex MacLean.

Water and Governance in the Colorado River Basin (A 75th Anniversary Lincoln Institute Dialogue)

Diciembre 8, 2021 | 2:00 p.m.

Free, offered in inglés

Water is life, and the way we manage water in arid and semi-arid regions—and deal with related land-use challenges—will shape the future of our communities. Join U.S. Rep. Greg Stanton of Arizona, former mayor of Phoenix, and Dr. Kathryn Sorensen, director of research at the Kyl Center for Water Policy at Arizona State University and former director of water services for the city of Phoenix, for a discussion of water and governance. 

The speakers will consider sustainability challenges in the southwestern United States and lessons learned from their work in Phoenix and elsewhere. They will delve into current governance issues and the critical need for bold leadership to ensure that our communities are resilient and sustainable. Finally, the discussion will address water provisions in the recently adopted Infrastructure Investment and Jobs Act and proposed Build Back Better Act.

Watch Presentation

Speakers

Hon. Greg Stanton, U.S. Representative, Ninth Congressional District of Arizona and Former Mayor of Phoenix, Arizona 

Kathryn Sorensen, Director of Research, Kyl Center for Water Policy, Arizona State University 

Moderator: Jim Holway, Director, Babbitt Center for Land and Water Policy, Lincoln Institute of Land Policy 

Resources


Detalles

Fecha(s)
Diciembre 8, 2021
Time
2:00 p.m.
Registration Period
Noviembre 1, 2021 - Diciembre 8, 2021
Idioma
inglés
Registration Fee
Free
Costo
Free

Palabras clave

adaptación, conservación, medio ambiente, gestión ambiental, planificación de uso de suelo, recursos naturales, agua, planificación hídrica

Oportunidades de becas de posgrado

2021–2022 Programa de becas para el máster UNED-Instituto Lincoln

Submission Deadline: December 6, 2021 at 11:59 PM

El Instituto Lincoln de Políticas de Suelo y la Universidad Nacional de Educación a Distancia (UNED) se han unido para desarrollar un nuevo programa de máster con un contenido original. Se trata de uno de los pocos programas de posgrado a nivel mundial que reúne sistemáticamente los marcos legales y herramientas que sostienen la planificación urbana, con instrumentos fiscales, ambientales y de participación.

El máster en Políticas de Suelo y Desarrollo Urbano Sostenible es un programa en formato virtual y se compone de tres módulos, cada uno de los cuales aborda una parte importante de la realidad actual de las ciudades: el derecho administrativo urbano, el financiamiento con base en el suelo, el cambio climático y el desarrollo sostenible, y el conflicto urbano y la participación ciudadana.

El programa está dirigido especialmente a estudiantes de posgrado y otros graduados con interés en políticas urbanas desde una perspectiva jurídica, ambiental y de procesos de participación, pero también a funcionarios públicos. Los participantes del máster recibirán el entrenamiento tanto intelectual como técnico para liderar la implementación de medidas que permitan la transformación de las ciudades.

El Instituto Lincoln destinará fondos para becas que cubrirán la matrícula completa del máster de los estudiantes seleccionados.


Detalles

Submission Deadline
December 6, 2021 at 11:59 PM


Descargas


Palabras clave

mitigación climática, desarrollo, resolución de conflictos, gestión ambiental, Favela, Henry George, mercados informales de suelo, infraestructura, regulación del mercado de suelo, especulación del suelo, uso de suelo, planificación de uso de suelo, valor del suelo, tributación del valor del suelo, impuesto a base de suelo, gobierno local, mediación, salud fiscal municipal, planificación, tributación inmobilaria, finanzas públicas, políticas públicas, regímenes regulatorios, resiliencia, urbano, desarrollo urbano, urbanismo, recuperación de plusvalías, zonificación

Land Matters Podcast: Bruce Babbitt on the Climate Crisis

By Anthony Flint, Noviembre 1, 2021

 

As world leaders and some 20,000 delegates gather in Glasgow, Scotland, for the COP26 climate summit, they’ll be working toward the goal of keeping global warming at 1.5 degrees Celsius, through a variety of methods aimed at reducing greenhouse gases. Much of the focus is on renewable energy and decarbonizing the power grid, transportation, and buildings. But Bruce Babbitt, former governor of Arizona and former Interior secretary, says there are two other big sectors that should not be overlooked:  land and water. 
 
“It just isn’t really getting the attention it deserves,” says Babbitt in the most recent episode of the Land Matters podcast, noting that land-clearing and the destruction of forests takes away vast carbon sinks and accounts for 20 percent of emissions worldwide, on a par with what transportation produces globally. 

Global warming is also having such a big impact on water supplies all around the world, he said, more focus needs to be on near-term solutions to avert a catastrophic crisis in both urban development and agriculture. The Colorado River Basin, where the Lake Mead and Lake Powell reservoirs have dropped to historic lows, is a vivid illustration of that challenge. 

“The Colorado River becomes sort of the poster child of this, because the river flow is diminishing as a result of the drought and the decrease in runoff efficiency,” he said. “What rain there is doesn’t reach the reservoirs because it evaporates from the soil [because of] the temperature constantly heating up the landscape.” 

Holders of water rights established long ago are now facing drastic reductions, both in urban areas and in the agricultural sector, the biggest user of Colorado River water. They must now make due with less water—right now and in the future. The current method of irrigating crops simply cannot go on as usual, Babbitt said. “We haven’t really stared that straight in the eye, and begun to plan and to join a big region-wide discussion,” he said. 
  
Babbitt, for whom the Babbitt Center for Land and Water Policy is named, served for many years on the board of the Lincoln Institute. The Phoenix-based center is promoting the better coordination of land use planning and the management of water resources. The Lincoln Institute’s work in land, water, and climate is getting special recognition in this 75th anniversary year; the organization started as the Lincoln Foundation in 1946, in Phoenix. 
 
You can listen to the show and subscribe to Land Matters on Apple Podcasts, Google Podcasts, Spotify, Stitcher, or wherever you listen to podcasts. 

 

 


 

Further reading 
 

The COP26 Climate Talks Are Opening. Here’s What to Expect  

UK to push plan to ‘halt and reverse global deforestation by 2030’ at Cop26 

In Search of Solutions: Water & Tribes Initiative Encourages Collaborative Approach to Colorado River Management 

Lessons from the Colorado River: Climate, Land, and Drought: A 75th Anniversary Lincoln Institute Dialogue

 


 

Anthony Flint is a senior fellow at the Lincoln Institute of Land Policy, host of the Land Matters podcast, and a contributing editor of Land Lines

Image: Bruce Babbitt Credit: Gage Skidmore via Flickr CC BY-SA 2.0

Mark Anderson of The Nature Conservancy Receives the Kingsbury Browne Fellowship and Conservation Leadership Award

By Lincoln Institute Staff, Octubre 5, 2021

 

Mark Anderson, an ecologist who has conducted groundbreaking work to map climate-resilient lands and waters across the United States, has been named the new Kingsbury Browne Fellow at the Lincoln Institute of Land Policy and the recipient of the Kingsbury Browne Conservation Leadership Award from the Land Trust Alliance.  

In his role as director of The Nature Conservancy’s Center for Resilient Conservation Science, Anderson oversees a team of scientists that has created detailed maps of areas whose topographies, elevations, and geologies are particularly suited for withstanding the impacts of climate change. These maps are used by government agencies, land trusts, and other organizations to prioritize conservation work. Anderson has also produced a deep body of scholarship in the field, including co-authorship of the National Vegetation Classification, an online inventory of plants and plant communities across the United States. 

“Mark is a global leader in applying the science of Geographic Information Systems to the art of land conservation,” said Jim Levitt, director of the International Land Conservation Network at the Lincoln Institute. “His insight has been invaluable in lighting the path forward.” 

“For years, Mark has been at the forefront of climate science and how to combine it effectively with ecology,” said Andrew Bowman, president and CEO of the Land Trust Alliance. “For his visionary climate work and his longstanding commitment to the land trust community, we are honored to name Mark this year’s Kingsbury Browne Conservation Leadership Award winner.” 

The fellowship and award, given since 2006, are named for Kingsbury Browne, a Boston tax lawyer and conservationist who served as a Lincoln Fellow in 1980 and helped form the Land Trust Alliance in 1982.  

Recent recipients of the fellowship include Fernando Lloveras San Miguel, executive director of the Conservation Trust of Puerto Rico; Jane Difley, who led the Society for the Protection of New Hampshire Forests for 23 years; Michael Whitfield, executive director of the Heart of the Rockies Initiative; and Will Rogers, head of the Trust for Public Land. 

Photograph by DJ Glisson, II / Firefly Imageworks.

Climate Change and the Colorado River

Lincoln Institute Dialogue Addresses Water Management Challenges
By Katharine Wroth, Septiembre 22, 2021

 

This summer, the U.S. Department of the Interior (DOI) declared the first official water shortage on the Colorado River. The declaration triggers mandatory cuts in withdrawals from the river, which supports more than 40 million people and 4.5 million acres of agriculture across seven U.S. states and two states in Mexico. While the announcement made both history and headlines, it came as no surprise to those in the Colorado River Basin who know the river best—the farmers, water utility managers, tribal leaders, state water management agencies, and others who have witnessed the severe impacts of the region’s decades-long drought and spent years making plans to address it.

We knew this day would come, and it’s here,” said Brenda Burman, who served as commissioner of the U.S. Bureau of Reclamation, an agency of DOI that manages water in the West, from 2017 to 2021. “We need collective action on the river to address this situation.”

Burman joined former U.S. Secretary of the Interior and Arizona Governor Bruce Babbitt for “Lessons from the Colorado River,” a Lincoln Institute Dialogue hosted by Jim Holway, director of the Babbitt Center for Land and Water Policy, in early September. Their discussion was part of a series of virtual dialogues celebrating the 75th anniversary of the Lincoln Institute. It drew more than 500 registered participants from 43 U.S. states and 19 countries, including Turkey, Bangladesh, Colombia, and Kenya.

We are at a critical juncture in the Colorado River Basin where we need to rethink our approaches and chart a long-term, sustainable course,” said Holway. “I can think of no one better equipped to help us understand these challenges than Bruce Babbitt and Brenda Burman, who have shaped Colorado River management, as both state and federal leaders, for over 40 years.”

Holway invited Burman to offer an overview of the Colorado River system, current conditions, and the complex 20th and 21st century agreements that govern its usage, including the 1922 Colorado River Compact that allotted water to each of the seven U.S. states in the basin; the 1944 agreement between the United States and Mexico that formalized the latter country’s rights to a share of the water; and the more recent interim guidelines of 2007 and Drought Contingency Plans (DCP) of 2019. The DCP, developed through a series of negotiations among the basin states, NGOs, tribal leaders, and the governments of the United States and Mexico, outlines how stakeholders along the river will share a resource that’s been depleted by a 22-year drought and is vulnerable to long-term climate change.

Both Burman and Babbitt emphasized the importance of a collaborative approach to managing the river. Burman identified the 1990s, and specifically Babbitt’s tenure at DOI (1993–2001), as “the time when we started coming together as a basin to find agreements, to find flexibility, to be able to use this resource.” Babbitt described cooperative management of the river as “a work in progress . . . working together, we’ve managed to come a long way.”

Babbitt was frank about the hard realities of the current situation, outlining serious potential impacts in the Lower Basin (which includes Arizona and parts of California and Nevada). For example, Babbitt said, agricultural operations in central Arizona that no longer have access to river water will pump groundwater instead, which will overtax groundwater reserves and dramatically reduce the amount of agricultural land in production. That shift could also curtail future development in the region because of state requirements that developers demonstrate adequate water supply for their projects. He voiced concern that a political and economic water war could result if speculators accelerate efforts to buy up farmland with senior water rights in other regions, with the goal of selling the associated water rights to others who need water.

Meanwhile, in the Upper Basin (which includes parts of Colorado, Wyoming, New Mexico, and Utah), Babbitt said the sheer number of small water districts is making it difficult to coordinate a response to the drought. He noted that in Colorado, urban areas could be the first to feel the impact of cuts due to the structure of various management agreements. “It isn’t easy to turn off the faucet, because there are so many hands on the faucet,” he said. Still, he struck a cautiously optimistic tone: “These changes don’t happen overnight. There is time still to find a pathway toward a more sustainable balance as these changes take place.”

During the conversation, Babbitt, Burman, and Holway identified several elements of successful watershed management—collaboration, diversity, public engagement, and nonpartisan approaches—and suggested that the Colorado River can serve as a model for other places facing complex resource management problems in an era of climate change. “The lessons we are learning here, and the binational collaborative approaches, serve as examples for other arid and semi-arid river basins throughout the world,” Holway said.

Some of the necessary next steps in the Colorado River Basin include agreeing to additional shortage reductions in individual state water allocations; improving water efficiency; settling outstanding tribal water claims; addressing tribal water infrastructure needs; and establishing fair and equitable water sharing arrangements between agricultural, urban, and tribal water users. The speakers agreed there are promising signs that these steps are achievable, including the ability to agree on previous rounds of Colorado River water cuts; an uptick in wastewater reuse and in local efforts to increase water efficiency and conservation; and growing recognition of the connection between local land use and water management policy. Holway cites Colorado’s Land and Water Planning Alliance as an excellent example of collaboration around actions local government and local water users can take.

As drought and climate change continue to put immense pressure on the Colorado River and other regional water supplies, stakeholders throughout the basin will have to confront not only the current shortage, but also the prospect of more to come. “We are facing a warmer, drier present and a warmer, drier future,” Burman said. “We have a history of coming together, but the time to do more is now . . . . I have a lot of faith that we can do it.”

A recording of the Colorado River webinar is available online, along with related links including the recently updated Colorado River StoryMap created by the Babbitt Center team. The special 75th anniversary Lincoln Institute Dialogue series continues on October 27 with a discussion about land-based financing. Learn more about the Lincoln Institute’s 75th anniversary and related events. 

 


 

Katharine Wroth is the editor of Land Lines

Photo Credit: Sean Pavone/iStock via Getty Images.