The Consortium for Scenario Planning is hosting a peer exchange featuring Sarah Philbrick and Conor Gately from the Metropolitan Area Planning Council (MAPC), who will discuss their summer 2025 project conducting four land use scenarios using a travel demand model to understand the impact of different transit-oriented development (TOD) strategies on greenhouse gas (GHG) emissions in Greater Boston.
Local and regional planners, metropolitan planning organizations (MPOs), professionals, and community members interested in learning more about land use and transportation planning and how TOD strategies impact GHG emissions are invited to tune in to this webinar. Simultaneous English-Spanish translation will be available via Zoom. If you would like to use the translation service, please join the webinar five minutes early.
infraestructura, uso de suelo, planificación de uso de suelo, contaminación, planificación de escenarios, desarrollo orientado a transporte
Tecnociudad
Entre críticas y baches
Redes sociales e infraestructura urbana
Por Rob Walker, Enero 24, 2025
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Durante años, cierto residente de Nueva Orleans, alguien que conduce mucho por trabajo, se encontraba con algo demasiado conocido cada vez que doblaba en una esquina: calles llenas de baches y pavimentos rotos. “Mira esta maldita calle”, se decía a sí mismo. En realidad, usaba palabras más fuertes que “maldita”. Y un tiempo después, convirtió esta frase en el nombre de usuario de una cuenta de Instagram dedicada a documentar y hablar de los muchos defectos de la infraestructura de Crescent City.
Hoy en día, la cuenta, a la que llamaremos LATFS (lookatthisfuckinstreet) por su sigla en inglés, tiene más de 125.000 seguidores, incluidos empleados de agencias de la ciudad y empresas de agua cuyas cuentas etiquetó en algunas publicaciones sarcásticas. “Pensé que me bloquearían”, dijo el creador de la cuenta, que ha optado por permanecer en el anonimato. En cambio, esas agencias comenzaron a prestar atención a la cuenta y, en algunos casos, los problemas señalados (y ridiculizados) en LATFS se solucionaron con rapidez. Hoy en día, el creador de la cuenta selecciona el contenido que le envían y, si bien la cuenta no forma parte del sistema de mantenimiento de infraestructura de Nueva Orleans de manera oficial, no se puede negar que está presente. Y puede servir como ejemplo para las ciudades que quieren aprovechar los aportes de los ciudadanos para administrar el mantenimiento de la infraestructura.
El uso de la tecnología para fortalecer la comunicación entre el gobierno y los ciudadanos es, por supuesto, una práctica establecida desde hace mucho tiempo. En 1996, la Comisión Federal de Comunicaciones designó el número 311 para llamadas sobre servicios gubernamentales que no sean de emergencia. Baltimore fue la primera ciudad en implementar el sistema 311 ese año y, luego, otras ciudades hicieron lo mismo, de modo que comenzaron a ofrecer una manera fácil de informar sobre baches, grafitis, semáforos que funcionan mal y otras cuestiones. Esta primera versión de colaboración abierta pronto se trasladó a la virtualidad y evolucionó hasta convertirse en sistemas basados en la web o apps que pueden (según el municipio) responder a textos, aceptar fotos o videos e incorporar software de back-end que recopilan y consolidan datos de servicio.
Además, surgieron servicios del sector privado para proporcionar a las ciudades plataformas de conexión ciudadana más fáciles de usar y eficientes. SeeClickFix, pionera en esa categoría, se creó en 2007 y fue adquirida en 2019 por CivicPlus, una firma tecnológica del sector público con más de 10.000 clientes municipales. CivicPlus ofrece varios servicios, desde software y sitios web para gobiernos locales hasta un sistema de alerta de emergencia. Una de las principales prioridades de sus clientes es hacer que estos sistemas funcionen juntos de la mejor manera posible, dice Cari Tate, directora de soluciones de CivicPlus.
Para los productos relacionados con el sistema 311, eso significa hacer que las inquietudes de los usuarios lleguen a la parte correcta del gobierno municipal sin problemas y asegurarse de que las personas se sientan escuchadas. “En el fondo, los residentes quieren que sus comunidades mejoren”, dice Tate, una veterana de SeeClickFix que se unió a CivicPlus luego de la adquisición, “y quieren asociarse con el gobierno local para que eso suceda. Pero, a menudo, no saben cómo hacerlo o sienten que sus comentarios no llegan a buen puerto”.
En parte, se trata de mejorar la funcionalidad. La revista Government Technology publicó un artículo en el que se analizaron los comentarios en la tienda de apps de 75 apps del sistema 311 de distintas ciudades y condados, y se identificó a Improve Detroit como una de las más elogiadas. La app, que utiliza el software SeeClickFix, se actualiza con regularidad para añadir nuevas funciones útiles. Por ejemplo, después de las inundaciones de 2021, el gobierno añadió una herramienta para presentar reclamos por daños causados por el agua.
Un estudio nacional de reseñas de apps del sistema 311 de distintas municipales identificó a Improve Detroit como una de las más elogiadas. Crédito: Ciudad de Detroit.
Pero para que la tecnología conecte de manera efectiva a la ciudadanía con el gobierno, también es clave estar donde están las personas, y eso hoy en día es, cada vez más, en las redes sociales. Durante años, algunos municipios han publicado hashtags, como “#502pothole” (#502baches) en Louisville, que los ciudadanos podían usar para informar problemas.
Pero los usuarios de las redes sociales no necesitan una invitación para hablar sobre las fallas o imperfecciones de la infraestructura local. Y hablar sobre fallas en espacios digitales públicos a menudo se siente más satisfactorio que hacerlo en los canales oficiales. Nueva Orleans, por ejemplo, tiene una línea 311, pero a veces pareciera como una “caja negra” en comparación con la animada camaradería de Instagram, señala el creador de LATFS. Y cuando se obtienen resultados reales a través de Instagram, la atención aumenta. Un ejemplo de esto podría ser la serie de imágenes de una señal de alto caída y su reemplazo pintado a mano por los ciudadanos, que llamó la atención de un concejal de la ciudad que usó los servicios municipales para hacer una verdadera reparación y le dio crédito a LATFS en los medios locales. (Un vocero de la empresa de servicios públicos de alcantarillado y agua de la ciudad dijo que la empresa no “sigue de forma activa” a LATFS, pero conoce la cuenta y que, a menudo, la empresa de servicios públicos se entera de los problemas antes de que aparezcan en las redes sociales, haciendo referencia al número telefónico de contacto oficial que funciona en forma eficaz como la mejor vía para informar sobre los problemas).
Un desafío que enfrenta el uso práctico de las redes sociales es que las reacciones a los problemas transitorios pueden carecer de contexto. Para la planificación de la infraestructura, los datos de las redes sociales son, “en realidad, muy turbios y nada específicos”, dice Julia Kumari Drapkin, directora ejecutiva y fundadora de ISeeChange, una plataforma de datos sobre riesgos climáticos y participación comunitaria que trabaja con Nueva Orleans, Miami y otros municipios y empresas de servicios públicos. Su enfoque toma datos de las redes sociales y utiliza la IA para ayudar a crear soluciones más amplias. Da la casualidad de que ha trabajado con LATFS, ya que le solicitó que dirija a sus seguidores a la app ISeeChange durante la inundación, para que los residentes puedan cargar informes y fotos en tiempo real.
El software de ISeeChange puede combinar esa información con los datos de los clientes y “brindar información a las ciudades, las empresas de servicios públicos y de ingeniería de forma directa”, dice Drapkin. En un proyecto reciente con la firma de ingeniería y diseño Stantec, ISeeChange recopiló datos de inundaciones que ayudaron a mejorar un proyecto de infraestructura de inundaciones en Nueva Orleans, mediante la reasignación de USD 4,8 millones en fondos federales y la ampliación de más del doble de la capacidad de aguas pluviales en un vecindario de bajos ingresos. Además, sostiene que son los residentes del lugar quienes pueden proporcionar los mejores datos. (Este año, ISeeChange comenzó a recolectar informes de inundaciones y desagües pluviales para la empresa de servicios públicos de alcantarillado y agua de Nueva Orleans).
El papel de las redes sociales en la notificación de problemas de infraestructura puede ser algo desordenado, pero su gran popularidad hace que sea difícil de ignorar. El año pasado, el candidato a doctorado en sociología de la Universidad de Tulane, Alex Turvy, publicó un artículo en la revista Social Media + Society en el que analizaba las publicaciones de LATFS y los comentarios que le proporcionó el creador de la cuenta. Dividió las estrategias de los usuarios en categorías (vergüenza, burla y exposición) y argumentó que la cuenta permite a los residentes “recuperar la narrativa de los desafíos de infraestructura de su ciudad” a través del humor, la conexión y el “conocimiento grupal”. Y aunque hay mucho enojo y sarcasmo, los usuarios también intercambian explicaciones e información práctica.
Turvy reconoce tanto la utilidad de los sistemas del estilo 311 como el desafío que enfrentaría un gobierno municipal si tratara de encajonar el discurso descontento y profano de algo como LATFS. Y aunque en otros lugares han aparecido cuentas similares impulsadas por los ciudadanos (por ejemplo, PWSA Sinkholes de Pittsburgh en Instagram), muchas se esfuman si no logran atraer seguidores. Pero las ciudades aún podrían aprender de LATFS, aunque sea un caso atípico, argumenta Turvy.
“La lección principal es que las ciudades deben dejar de tratar los informes de los ciudadanos como solicitudes de servicio individuales y, en cambio, verlos como parte de una narrativa colectiva sobre cuestiones de infraestructura”, dice. Mientras que los sistemas tradicionales se sienten como una transacción, LATFS se siente como una historia compartida por la comunidad. Su éxito, señala, “destaca el poder de la narración sobre el procesamiento de servicios”. Para fomentar ese enfoque “orgánico e impulsado por los ciudadanos”, las ciudades podrían trabajar con grupos comunitarios, comunicarse de manera más proactiva y demostrar cómo se están llevando a cabo acciones basadas en los comentarios que se reciben.
Tal vez esto pueda parecer un poco utópico, pero también se superpone con las tendencias y aspiraciones de los sistemas de estilo 311. Las ciudades quieren “proporcionar un medio para que los residentes reciban respuestas y vean todo lo que se está haciendo”, dice Tate de CivicPlus. Lo que suele ocurrir es que “se ven todos los problemas, pero no se ve lo que realmente está haciendo el municipio”. Cada vez más, las ciudades buscan sistemas con análisis de datos confiables que también “brinden visibilidad y ayuden a cambiar la mentalidad y generar confianza”.
Si bien LATFS sigue siendo un foro muy irreverente centrado más que nada en las quejas y bromas y no tanto en el municipio o en las complejidades de la planificación de la infraestructura, es probable que el compromiso de la ciudad con la cuenta haya suavizado su estado de oposición original. “Tratamos de no publicar quejas sobre cuestiones que se están reparando, de las que recibo muchas”, dice su fundador. “No podemos burlarnos de la ciudad por hacer reparaciones”. Dicho esto, también se apresura a señalar que es un ciudadano, no un urbanista o un activista de la ciudad. Como él mismo dijo: “Solo soy un tipo que publica en Instagram”. Pero, a veces, esa es justamente la opinión que los municipios deben escuchar, y las personas con las que desean interactuar.
Imagen principal: Esta señal de alto pintada a mano ganó notoriedad (e inspiró al municipio a dar una solución) después de que se subiera la foto a Instagram. Crédito:LATFS.
The Lincoln Institute provides a variety of early- and mid-career fellowship opportunities for researchers. In this series, we follow up with our fellows to learn more about their work.
With a background in landscape architecture, Seung Kyum Kim has always been interested in the interplay between green space and the urban form.
After beginning his career at Design Workshop in Phoenix and Salt Lake City in the late 2000s, Kim relocated to South Korea in 2009 to take a role with the Ministry of Land, Infrastructure, and Transport, working on flood mitigation, drought, and stormwater management. There, he got interested in “how to minimize risk from flooding, natural disasters, and climate change,” he says, which led him to pursue a master’s and a PhD from the Harvard Graduate School of Design.
While at Harvard GSD, Kim joined a trip to several cities in China with Professor Richard Peiser and discovered he had an interest in housing and land policy as well. Since then, his research—which included work as an International Fellow through the Lincoln Institute of Land Policy’s China program in 2021—has spanned multiple disciplines, connecting urban planning, landscape architecture, housing and economics, environmental justice, and climate change.
In this interview, which has been edited for length and clarity, Kim reflects on some of the most successful climate-adaptive green spaces around the world, why cities with aging residents are less likely to invest in new green spaces, and how park usage differs in the United States and South Korea.
JON GOREY: What is the main focus of your research?
SEUNG KYUM KIM: I’m currently a professor at Korea Advanced Institute of Science and Technology [KAIST], which is very much focused on technology and science. The engineering school is very strong here, it’s like MIT in South Korea. My department is the Graduate School of Future Strategy, and I’m working on the economic side, urban planning and climate change, while some of the professors in our department are working on the engineering side.
I’m working on six research projects at the same time, so my field of research is kind of expanding, rather than going deep. I’m focusing on how climate policies like carbon taxes and the CBAM, or carbon border adjustment mechanism, influence the urban economy, particularly manufacturing competitiveness and urban inequality. I’m also exploring the long-term impact that these policies have on shrinking cities and urban revitalization.
One of my projects is on how blue-green infrastructure for climate change adaptation affects gentrification in urban areas in 32 countries on the African continent. And in one of my recent research papers, published in the journal Nature Climate Change, I was researching how an aging population impacts climate policy.
Korea Advanced Institute of Science and Technology (KAIST) in Daejeon, South Korea. Credit: KAIST US Foundation.
JG:What’s something that was surprising or unintuitive that you found in your research?
SK: I studied how the aging population impacts climate adaptation strategy in Southeast Asia. Using remote sensing and difference-in-differences approaches, I found that communities with a growing elderly population were seeing reduced green infrastructure and green spaces, making them more vulnerable to climate change. This was sort of surprising, and it underscored the importance of considering demographic change in climate policy planning.
As people get older in a community, the tax base decreases. So with a limited budget, the government’s priorities are different. As the people are getting older, the government mostly focuses on hospitals, the health budget is increased—but for environmental green space and parks, investments in those kinds of amenities, the budget is reduced.
JG: What do you wish more people knew about urban green spaces?
SK: I wish people understood that climate policy isn’t just an environmental concern. It is deeply connected to economic and social equality. Effective urban planning can simultaneously address environmental, economic, and social issues as well.
JG: You’ve studied green spaces all over the world. Are there any great projects that you think were particularly successful at combining green space and climate adaptation?
SK: There are a few inspiring examples of successful green space projects that also address climate change and provide cultural benefits. There’s the Cheonggyecheon Stream restoration in South Korea, this was 15 or 20 years ago. Originally it was a covered highway, and the Cheonggyecheon was restored into an urban stream and linear park in central Seoul. It significantly reduced urban heat island effects, improved air quality, boosted biodiversity, and provided the poor with an urban oasis in the densest area of the city.
One of the reasons they did not convert the covered highway into a stream and green space earlier was that land prices are very expensive in central Seoul, and because of traffic issues, transportation issues. So there were two phases. Before the Cheonggyecheon restoration project, they actually modified the transportation systems within Seoul. . . . The local government created a dedicated bus lane in the center of the road to solve the traffic conditions. After that, they did the stream restoration. So that kind of environmental project is not solely a green space project, it’s linked. That’s one of the reasons we need to see the broader perspective. We need to see the transportation and climate change and environmental benefits and the cultural benefits within urban issues.
After being covered by a highway for decades, the Cheonggyecheon was restored and became the centerpiece of a popular linear park in Seoul. Credit: efired via iStock Editorial/Getty Images Plus.
China also has the sponge city initiative in various cities, including Wuhan and Xinjiang. It aims to incorporate permeable surfaces, wetlands, green roofs, and rain gardens throughout the urban area. The [sponge city] project improves urban water management to reduce flooding and runoff and enhance the urban ecosystem, making the city more resilient to extreme weather events.
JG: Have you noticed any differences in the ways we use or don’t use urban green space in the United States compared to South Korea?
SK: In the United States, green space often means larger parks . . . nature reserves and recreational areas that are generously spread out, especially in suburban or less dense urban areas. Expansive parks like Central Park in New York or Golden Gate Park in San Francisco, they’re intended not only for recreation but also for preserving nature and wildlife within an urban context.
But in Korea, the green spaces are usually smaller—it’s a small country, so they’re more strategically placed within dense urban neighborhoods because of limited urban land availability. The parks tend to be compact and highly designed to maximize efficiency, often equipped with walking paths, exercise equipment, benches, and community gardens. Also, in Korea green space focuses heavily on accessibility, daily convenience, and the well-being of residents fitting seamlessly into the high-density urban environment. Another difference is cultural usage. Korean parks often serve as a community space for daily activities, like group exercise and community gatherings, whereas US parks might see more individual, family-based recreational uses, like picnics and sports and leisure activities.
Older residents take advantage of exercise equipment in a park in Seoul. Credit: VittoriaChe via iStock Editorial/Getty Images Plus.
JG:What’s the best book you’ve read lately, or a favorite TV show you’ve been streaming?
SK: Recently I read Elizabeth Kolbert’s Under a White Sky, which vividly explores how environmental innovations can sometimes have unexpected consequences. Another book I read recently was Ian Goldin’s Rescue: From Global Crisis to a Better World. That was also fascinating, especially how it highlights the factors determining urban success or failure.
Jon Gorey is a staff writer at the Lincoln Institute of Land Policy.
Lead image: Former Lincoln Institute International Fellow Seung Kyum Kim. Credit: Courtesy photo.