Infraestructura o megaestructuras?
La rapidez con que avanzan las innovaciones tecnológicas y comerciales brindan una oportunidad única para que las organizaciones internacionales tomen la iniciativa para recrear los bloques económicos regionales. En todo el mundo están surgiendo nuevos bloques: la Unión Europea, el Área de Libre Comercio de Norteamérica, la Zona de Cooperación de Asia-Pacífico y, en el cono sur del continente americano, el Mercosur y el Tratado de Cooperación entre Argentina y Chile.
Las demandas de mayor comercio en América Latina son enormes. Las nuevas formas de producción y comercialización, aunadas al desarrollo de sistemas más eficaces de transporte por medio de contenedores, han saturado la infraestructura existente en la región, la cual está en su mayor parte técnicamente obsoleta. El Canal de Panamá es un ejemplo que pone en relieve la necesidad de expansión, modernización y construcción de nuevas obras públicas.
Los nuevos patrones del comercio y la reestructuración económica están reavivando un conjunto integrado de megaproyectos concebidos originalmente en los años 1970 para la construcción de una red de transporte multimodal. La estrategia de vinculación biocéanica Atlántico–Pacífico cruzando América del Sur, como se conoce oficialmente, busca aprovechar las demandas y oportunidades venidas de Europa, Asia y Norteamérica que las rutas existentes no pueden satisfacer.
Entre los proyectos más significativos se encuentran los enormes complejos de terminal y puerto en la Isla de Pascua en el Pacífico y el puerto de Sepetiba, cerca de Río de Janeiro, Brasil. Ofreciendo instalaciones para buques transatlánticos, estos puertos se están posicionando para convertirse en centros principales de trasbordo, con significativos efectos urbanos y ambientales para toda la región. También están pendientes proyectos más pequeños para puertos de aguas profundas en Laguna de Rocha, Uruguay, y en el Río de la Plata entre Argentina y Uruguay.
Los planes para mejorar el transporte terrestre son igualmente ambiciosos. El Corredor Ferroviario Los Libertadores, propuesto por el Banco Interamericano de Desarrollo y el Fifth Century Fund, crea redes de este a oeste y de norte a sur que atraviesan el cono sur y conectan con la ruta fluvial Paraguay-Paraná (hidrovía). Otra propuesta ferroviaria es el ferrocarril trasandino del sur que enlaza a Bahía Blanca, Argentina, con el puerto de Talcahuano cercano a Concepción, Chile.
Los planes para construir conexiones terrestres transcontinentales avanzan con mayor rapidez todavía. Las conexiones más importantes, aún en etapa de estudio, son la autopista Sao Paulo-Buenos Aires a través del Puente Buenos Aires-Colonia y el túnel entre Juncal y Horcones en los Andes chilenos; se prevé otorgar los contratos para el diseño final del puente en 1996. Las carreteras unirán las ciudades de la costa atlántica con Santiago de Chile y el puerto de Valparaíso en el Pacífico. Con las rutas de embarque a través de un nuevo puerto de aguas profundas en la Isla de Pascua se logrará la conexión hasta Asia. Todavía se están definiendo rutas alternativas y hay planes para construir otras rutas terrestres de menor tráfico en la región del noreste de Argentina y del norte de Chile y en la Patagonia, en el sur de Argentina.
Se están haciendo planes para otras carreteras y puentes ferroviarios a fin de facilitar y reducir los costos del comercio internacional y los viajes. Estos planes incluyen el puente Rosario-Victoria en el río Paraná en Argentina y las numerosas iniciativas para conectar los ríos Uruguay, Paraguay y Pilcomayo.
Finalmente, el esquema de navegación fluvial más importante es el proyecto de la Hidrovía Paraguay-Paraná. Tiene una extensión de 3.442 km., desde el puerto de Cáceres –cerca de la frontera entre Bolivia y Brasil– hasta Palmira –donde se unen los ríos Uruguay y Río de la Plata– para conectar los territorios del este de Bolivia, el centro-oeste de Brasil y Paraguay con los puertos atlánticos de Buenos Aires y Montevideo. La Hidrovía Paraná-Tieté, aguas arriba de la represa de Itaipú, atravesaría el interior del estado brasileño de Sao Paulo. Otra megaobra que se encuentra en fase de planificación es un proyecto fluvial transcontinental que conectaría a Brasil con Perú y Ecuador a través del Amazonas y sus tributarios.
Se espera que estas inversiones en transporte dentro y entre las naciones sudamericanas estimulen la construcción de zonas francas y parques industriales para inversionistas mundiales. Los proyectos están vinculados a los planes para el procesamiento de materias primas y la producción de bienes de exportación de bajo costo, así como la creación de puntos de transferencia para estos productos y centros de servicios de apoyo. El procesamiento de cargas y las estaciones de trasbordo son los puntos fijos que definirán la manera en que las regiones vecinas tendrán acceso a los mercados mundiales. Al recrear el continente, las decisiones que se tomen sobre puentes, puertos y túneles determinarán otras oportunidades de desarrollo.
Instituciones internacionales, como el Banco Interamericano de Desarrollo y el Banco Mundial, entidades de asistencia de Japón y Europa, y grandes grupos económicos privados están marcando el ritmo del avance de los proyectos en gran parte de América de Sur. Están construyendo una infraestructura que abrirá mercados rentables y centros de producción para brindar apoyo al modelo económico dominante.
No obstante, la región se torna cada vez más vulnerable. Las políticas sociales y económicas están intensificando el descontento social y propiciando una atmósfera de violencia. Persiste la concentración de riqueza, lo que lleva a grandes grupos a la pobreza extrema. ¿Qué harán estos proyectos masivos de infraestructura para enfrentar las inevitables consecuencias sociales y ambientales?
Elsa Laurelli es vicepresidenta de la Sociedad Interamericana de Planificación (SIAP); ambos autores están vinculados con el Centro de Estudios Urbanos y Regionales en Buenos Aires y colaboran en varios proyectos con el Instituto Lincoln.